Cristina y su
asombrosa
coctelera verbal
Por
Carlos Berro
Madero.
La verbalidad “cosmológica” de la Presidente, mechada con expresiones“domésticas” que pretenden causar impacto popular, ya no parecen tener clima propicio. Quizá haya llegado el momento de quesiga los consejos de Hesse.
Una persona que se empeña en desaprobar a todos despiadada y constantemente, termina siempre con muy pocos amigos y los pocos que le
quedan, no alcanzan a disimular con su esfuerzo el rostro de una realidad negativa que comienza a asfixiarla.
Demuestra estar herida por la irrupción de acontecimientos imprevisibles que no se detienen frente a seres “pequeños” que insisten en explicar lo que sucede con un lenguaje más propio del diálogo entre comadres en un supermercado.
No es verdad que a la gente haya que hablarle siempre en los términos que se suponen “potables” para la “doña Rosa” inmortalizada por el finado periodista Bernardo Neustadt.
Por las mismas razones, no resultó precisamente elegante el reciente parafraseo de una supuesta frase del General San Martín al darle la
“bienvenida” a la Fragata Libertad (retenida en Ghana por desaciertos del gobierno), anunciando belicosamente que “cuando no tengamos nada más, pelearemos EN PELOTAS” (sic).
¿Qué pensaríamos los católicos de la autoridad del Papa si éste aparecierapor televisión en musculosa y chancletas bajo una sombrilla a orillas del Adriático explicándonos el sentido de la Nochebuena masticando un chicle?
La “investidura” de un gobernante debe estar presente no solo en el escenario donde emite sus discursos, sino también en sus modales y vocabulario.
Los mohines constantes y el revoleo de ojos no ayudan.
Más bien causan la impresión de que quien habla podría hacerse acreedor a una palmada amistosa “en las buenas” y quizá un pellizco fuerte en las nalgas al momento de rechazar lo que dice.
Cristina utiliza muchos términos con indudable pretensión académica y los mezcla con otros, en donde habla como si estuviera gritando frente a una ventana abierta, tratando de evitar el estacionamiento de un automóvil que
alguien pretendiera detener indebidamente en la puerta de su casa.
Siempre se espera de un gobernante que éste tenga un comportamiento“aceptable” y la tecnología desarrollada por los medios modernos de comunicación exige que sus mensajes eviten expresiones desorganizadas, vulgares y perogrullescas.
Por eso, cada vez que aparece la Presidente en alguna pantalla de TV, se produce una huida “en masa” de la misma por parte de los televidentes, que migran instantáneamente hacia otros canales.
Los problemas que debe afrontar en forma acuciante, deberían hacerle ver que las caras de enojo y las monsergas de “entrecasa” ya no sirven para nada:
cuando una tormenta amenaza un buque, todos sus pasajeros comienzan a mirar al capitán para ver si tiene la capacidad necesaria para dar instrucciones precisas que permitan superar el trance.
El nuestro, está demostrando que no sabe bien ni dónde está la sala de máquinas del navío.
Cristina ha privilegiado siempre ciertos símbolos “dominadores” con los que trata de causar la impresión de que su poder “está en todas partes”, como diría Foucault; pero su improvisación “doméstica” ha terminado opacando el brillo
de su “credo”.
El ciudadano del común, ha comenzado a sentir que tiene enfrente a una persona que habla “a borbotones” sin respetar fidelidad conceptual alguna con lo que ocurre, tratando de rescatar algo así como “el mundo mágico de Cristina”.
Su dilema parece consistir en “gobernar” o, simplemente, “reinar”.
Carlos Berro Madero
carlosberro24@gmail.com.
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