El trucho-Cid
y la trucho-Reina.
Por
Enrique
Guillermo
Avogadro
Abogado
En estos días, la peste que llevó a países como Nicaragua, Cuba,
Venezuela, Ecuador, Bolivia y Argentina a quedarse tuertos, ha llegado con
fuerza a otros cuyo comportamiento serio los hacía parecer inmunes a ese virus;
me refiero, concretamente, a Brasil y a Uruguay.
La posición adoptada por ambos frente a la enfermedad terminal
de Hugo Chávez Frías, y a la consecuente imposibilidad de asumir nuevamente su
cargo el jueves 10 ante la Asamblea Legislativa venezolana, da acabada cuenta
de la propagación del mal.
Para evitar la segura lucha interna
por el poder que se dará entre los candidatos chavistas a suceder al caudillo
cuando su muerte sea reconocida, y con una notoria influencia de la cúpula
cubana en el evento, el oficialismo venezolano llegó a un pacto que carece de
antecedentes en América Latina. Ya que se trataba de una reasunción del mismo
Presidente, la Sala Constitucional del Tribunal Supremo consideró que, en
realidad, no era preciso ese juramento y, minutos después, la Asamblea
Legislativa le concedió la posibilidad de ausentarse del país por tiempo
indeterminado; es decir que, en lugar de conquistar Valencia después de muerto,
como hizo el Cid Campeador, nuestro numen bolivariano continuará gobernando
desde un hospital habanero o, tal vez, desde el más allá. Mientras tanto,
ejercerá la Vicepresidencia Nicolás Maduro, no electo sino designado por Chávez
para el cargo en su período vencido.
Es decir, en Venezuela se ha roto
con la Constitución de manera notoria y, sin embargo, la reacción de los países
vecinos fue diametralmente opuesta a la que se produjo cuando la crisis en
Paraguay llevó a su Congreso a destituir al Presidente Lugo, lo cual fue
convalidado luego por la Corte Suprema de Justicia de su país. Para ser más
claro: mientras que en Asunción fueron respetados todos los procedimientos
constitucionales, en Caracas simplemente se la violó para impedir que el
chavismo implosionara inmediatamente con la muerte de su mentor.
Esos países, que ya habían
instaurado la “cláusula democrática” en la Unasur cuando una simple huelga
policial en Quito por mejores salarios fue disfrazada de intento de golpe de
estado por Correa, la hicieron jugar para “suspender” la membrecía de Paraguay
en el Mercosur y, de ese modo, permitir el ingreso –resistido por el Congreso
en Asunción- de Venezuela por la ventana del -a partir de entonces- Truchosur, poniendo de manifiesto la hipocresía
de todo un continente, de la cual sólo resultan exceptuados Chile, Perú y
Colombia.
La inquietud de Cuba con relación al
futuro del régimen chavista está, por supuesto, enormemente justificada, ya que
los Castro -¿será Fidel otro Trucho-Cid?- sobreviven sólo por el cordón
umbilical de energía y dólares con que Venezuela alimenta a la isla; y muchas
otras naciones del Caribe también han recibido grandes apoyos desde Caracas.
Brasil, por su parte, está tratando de mantener su rol de líder regional. En
nuestro caso, ocurre algo similar, ya que debemos a don Hugo Chávez y a su país
mucho, muchísimo dinero por la importación de combustibles y por préstamos
financieros (¿recuerda el cacareado “desendeudamiento” con el FMI?), amén de la
eventual fantasía de doña Cristina de reemplazar al Papagayo como jefe internacional del
“socialismo del siglo XXI”. Si el péndulo político en Venezuela se moviera
violentamente, es muy probable que la crisis económica real que atraviesa el
país obligue a su nueva dirigencia a interrumpir esas colaboraciones con el
extranjero y hasta a reclamar lo que se adeuda.
Volviendo ahora a nuestras pobres
pampas, la insignificancia del acto, no del gasto, del recibimiento de la
fragata en Mar del Plata me exime de hacer mayores comentarios, lo que no
sucede con la última cadena nacional que nos propinó doña Cristina el jueves
10, antes de partir hacia Cuba para saludar a los familiares de Chávez y,
fallidamente, despedirse de su amigo antes que la muerte los separe.
Recordemos que, esta vez, la excusa
para el abuso de la cadena nacional fue la compra de cuatrocientos coches para
distribuir entre las líneas Sarmiento y Mitre de los ferrocarriles conurbanos.
Si se tratara de una Presidente que hubiera asumido por primera vez sus
funciones en diciembre, hasta sonaría como una propuesta razonables, dado el
calamitoso estado en que ambas líneas se encuentran –no son las peores, por
cierto- pero, tratándose de alguien que lleva nada menos que diez años
ejerciendo el poder ganancial, como ella misma afirma a cada paso, el barullo
fue ridículo y canallesco. Voy a explicar, brevemente, por qué califico así el
nuevo adefesio oral de doña Cristina.
Más allá de ser el enésimo anuncio
en la materia –soterramiento del Sarmiento, electrificación del Roca,
vinculación ferroviaria con Uruguay, “tren-bala”, etc.- no recordó que los
concesionarios ferroviarios han sido socios del despojo consumado por el
matrimonio Kirchner y ejecutado por Julio de Vido y Ricardo Jaime, el único
funcionario que no necesitaba golpear la puerta del despacho de don Néstor
(q.e.p.d.) porque siempre tenía las manos ocupadas por las valijas repletas de
“reintegros” en efectivo. Ello llevó a que se cometiera el homicidio de
cincuenta y una personas y heridas a más de setecientos en Once, pero también a
la infinidad de lastimados, discapacitados y fallecidos que, anualmente, se
producen por el increíble deterioro de todos los ferrocarriles, después de diez
años de ingresos fiscales inauditos.
Además, la señora Presidente nada
dijo de las “compras” que Jaime realizó, motivando triunfalistas anuncios en su
momento, de material ferroviario en Portugal y en España. Esos coches están
herrumbrándose en desvíos varios –Pilar y Las Armas, por ejemplo- y nunca
fueron utilizados; hasta los coches Talgo, atribuidos a Ferrobaires (el
ferrocarril estatal de la Provincia de Buenos Aires), ya han dejado de
funcionar en el tramo Constitución-Mar del Plata. Lo curioso, y de allí las
comillas de la palabra “comprar”, es que ambos países estaban dispuestos a
pagar a quien se llevara ese material rodante, ya que contenía, en su
construcción, materiales altamente contaminantes, ahora prohibidos para su uso
en la Comunidad Europea. Sin embargo, apareció don Jaime -¿debería llamarlo Jaimito?- y rápidamente, con un
enorme cheque de don Néstor (q.e.p.d.), “pagó” para traerlos, contratando un
flete carísimo y todo, para que se calcinaran al sol argentino, nacional y
popular.
No quiero extenderme más. Sólo
recordaré una anécdota que me contaron en Madrid. Resulta que un país africano
había encargado la construcción de una importante cantidad de material
ferroviario rodante. Cuando
llegó el momento de efectuar el pago, los africanos preguntaron por “la suya”,
a lo que los fabricantes respondieron que no había sido presupuestado
sobreprecio alguno. Al borde del sofoco, los funcionarios preguntaron qué se
podía retirar de los coches de manera de permitir el adecuado “retorno”; los
industriales sugirieron que uno de los componentes más caros eran los equipos
de aire acondicionado, lo cual fue velozmente aceptado por los compradores. Como las
ventanas eran herméticas, puede suponerse qué les pasó a los pasajeros de esos
trenes cuando comenzaron a correr por las planicies subsaharianas bajo un sol
canicular. ¿Nota alguna similitud?
Bs.As., 13 Ene 13
Enrique Guillermo
Avogadro
Abogado.
Abogado.
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