Calesita
Estrellada.
Por :
Enrique Guillermo Avogadro.
Abogado.
A esta altura de la vida de nuestra enclenque democracia, por
cierto cada vez menos republicana, llama poderosamente la atención que quienes
se titulan opositores al “modelo” continúen desarrollando comportamientos tan
negativos. Por un lado, la centro-derecha se resiste a adoptar, para sí misma,
el procedimiento elegido por la centro-izquierda para organizar las
posibilidades electorales de cada candidato en las primarias abiertas,
simultáneas y obligatorias; tal vez, se deba a que, en esta rara Argentina que
tanto ha devaluado palabras, nadie quiere asumirse como “derecha”.
Por otro, todo el arco político, oficialismo incluido, sigue
pendiente de la decisión personal de dos funcionarios kirchneristas: Lancha y Colgate; es cierto que son
quienes mejor “miden” hoy, pero no lo es menos lo que la situación dice acerca
de la falta de vigencia de los partidos y de la inveterada búsqueda de
caudillos. Nótese que ninguno de ellos –en realidad, ningún candidato salvo,
claro está, quienes buscan eternizar a doña Cristina para continuar la “década sin fracasos”- ha
esbozado siquiera un atisbo de plataforma electoral.
Ignoro si eso es importante o no, ya que todos sabemos cuán poco
vale, en estas tierras, la palabra empeñada durante las campañas electorales.
Por lo demás, también debemos recordar que, prácticamente en todo el mundo, se
han adoptado gurúes capaces de inventar, a través de los medios de
comunicación, candidatos que, en realidad, son sólo envases cuyo contenido no
existe y deberá ser creado después. En el siglo XXI no parece haber fidelidad a
partidos –más allá de las tradiciones del estilo Boca o River- sino a personas,
y sólo mientras éstas puedan llevar a los bolsillos ciudadanos tranquilidad y
prosperidad.
Aplicando ese razonamiento a nuestra conflictiva realidad, y ya
que carece de la magia necesaria para lograr acercar remedios milagrosos a un
pseudo-modelo económico que no hace más que agua por los cuatro costados, el
Gobierno pretende enmascararla detrás de actitudes o pretensiones que se han transformado
en sucesivas capas de torero contra las cuales todos embisten, aún sabiendo que son meras ilusiones
ópticas.
Así, para ocultar la terrible y creciente crisis energética,
verdadera causante de la sangría de dólares, desplegó la ofensiva contra el
grupo Clarín, que llegó con la pólvora mojada al 7D, imaginado por la señora
Presidente como fecha fundacional; luego, ya en enero, recurrió a la tentativa
de hacerse de la Rural de Palermo, que tampoco pudo prosperar. Llegó el turno
de la Justicia y su falsa “democratización”, aprobada en trámite express por el ex Hº Congreso, que no llegará
a buen puerto, y el patético mamarracho del frustrado traslado de la estatua de
Colón a Mar del Plata da cuenta de la escasez de artilugios que afecta ya al
procedimiento idealizado.
Un párrafo aparte merece la increíble lista de los quinientos
productos que, por ser considerados de primera necesidad, Patotín ha acordado con los supermercados
congelar: frente a una leche, dieciséis tinturas para el pelo; ante tres cortes
de carne, catorce cremas de depilación y dos líquidos para lustrar platería. Si
la inflación descontrolada no fuera una verdadera catástrofe, especialmente
para los más pobres, este episodio podría entrar en una antología de la
estupidez humana. Casi tanto como modificar el horario de los partidos de
fútbol, imaginado como remedio para evitar que el gran público conociera más
escándalos de corrupción.
La desesperación y la furia de doña Cristina frente a la
realidad, que no permitirá la continuidad del régimen, al menos por medios
democráticos, la llevará a adoptar actitudes cada vez más extremas. No parece
sensato pensar que quienes la rodean, y que ven peligrar libertades y fortunas,
permitan una sucesión que sólo garantice indemnidad a la jefa, y ningún otro
pacto en ese sentido podrá ser cumplido después de la debacle, ya que la
división y el odio con los que han conseguido inocular a la sociedad lo
admitirán.
Corren rumores que hablan del inmediato desconocimiento, por
parte del Poder Ejecutivo, de un fallo de la Corte que declare la
inconstitucionalidad de dos leyes que el Gobierno considera fundamentales: el
voto político y partidario para los integrantes del Consejo de la Magistratura,
para domesticar a los jueces o echarlos, y la formidable limitación a las
medidas cautelares, clave para su guerra contra el grupo Clarín. Si esas
versiones transformaran en realidad, el supremo Tribunal deberá pedir al
Congreso el inmediato juicio político de la señora Presidente, ya que ésta
estaría al frente de un golpe de estado de inusitada gravedad.
Hoy, la creencia en la supresión de las primarias –las
P.A.S.O.-, que se imaginó en estas columnas hace mucho tiempo, ya se ha hecho
carne en la mayoría de los políticos y de los periodistas; no es para menos
porque, de realizarse, serían un instrumento formidable en manos de la
oposición y en nada favorecerían al Gobierno, que no puede encontrar siquiera a
alguien potable que encabece la lista de candidatos a diputados en el distrito
clave, la Provincia de Buenos Aires.
Pero, al menos por ahora, todos están convencidos que sí se
realizarán las legislativas de octubre; como usted sabe, también de ellas
descreo. Un periodista de fuste, como James Neilson, dijo ayer en la revista
Noticias: “… si Cristina
reacciona frente a las malas noticias exhortando a sus simpatizantes más
fanatizados a contraatacar por todos los medios, nos aguarda una etapa
convulsiva”. Conociendo usted
el carácter irascible de la señora Presidente, ¿cómo cree que reaccionará?
Porque lo real es que los platos de sopa de sapos -criados por
ella misma- que ha debido tragar doña Cristina prácticamente desde que asumió
la Presidencia no han terminado aún de salir de la cocina. En lo inmediato
llegarán algunos conteniendo grandes ejemplares, como las candidaturas y la
reforma judicial, que se le atragantarán con mayor fuerza debido, precisamente,
a lo breve de los plazos que median hasta las programadas elecciones.
La Argentina es un país con historia circular, que repite al
infinito los mismos errores. Sólo espero que, más allá de las balas discursivas
a las que el Gobierno nos tiene acostumbrados, no debamos volver a la
sangrienta realidad de los 70’s. Bs.As.,
9 Jun.
Enrique Guillermo Avogadro.Abogado.
ega1@avogadro.com.ar
No hay comentarios:
Publicar un comentario