Virtual acefalía presidencial.
A pesar de que la Argentina está marginada del mundo, que le hicieron perder toda importancia política y prácticamente desapareció la influencia que la caracterizó en el pasado, algo queda convertido en simples recuerdos para algunos y una gran tristeza para otros. Por supuesto, esto último llega con una enorme carga de indignación por lo que pudo ser y, sobre todo, por el empecinamiento en mantener el rumbo del fracaso por parte de quienes tienen el uso del poder.
Lo más increíble de esta situación es que, pese a ese marginamiento, los recuerdos de las pasadas glorias no sólo persisten, sino que forman parte del asombro general que ya superó nuestras fronteras y llega con los medios de comunicación del exterior. Ellos aportan más y más elementos de juicio cuya difusión integra el proceso de descomposición de este gobierno y de sus principales funcionarios. Ya veremos más en detalle esto último que explica el título del comentario de hoy, que seguirá con otro de los papelones que hablan del desmanejo e incapacidad con que se ejecuta la actividad diplomática. Lo decimos así porque es la única manera de referirnos a la ausencia de política exterior, lo que se explica por un aspecto de la realidad que nos agobia: no puede haber política exterior cuando no existe coherencia en la política interior que la refleje y exprese. Así de sencillas son las cosas.
Cuando la política interior se caracteriza por el desorden, la exclusión de los mejores, se convoca sólo a los genuflexos y los actos de gobierno giran en torno de los negocios personales, hace que los analistas carezcan de elementos legítimos para trazar interpretaciones y establecer pautas de entendimiento para ejercer la gran política. Por eso podemos decir que Héctor Timerman, más que culpable, es una víctima: jamás debió ser designado ministro de Relaciones Exteriores y Culto, no sólo porque desistió de su nacionalidad argentina, que debió recuperar para acceder al cargo, sino por su notable ineptitud para desempeñarlo. Entre tantas cosas caras para el ánimo de los argentinos, ahora se sabe que desde hace unos diez días, aproximadamente, ocurrió un hecho que aleja más aún la posibilidad de recuperar las Islas Malvinas: mediante un acuerdo con la Comunidad Europea en términos que también son ocultados a la opinión pública, Gran Bretaña autorizó la inmediata instalación de una estación de control satelital que, nos dicen, por los términos del acuerdo y sus alcances técnicos, profundiza la condición estratégica del archipiélago de nuestro extremo Sur. La sola mención de esta novedad permite apreciar este factor, todo lo cual fue minuciosamente ocultado por el Palacio San Martín y la Casa Rosada. Por añadidura, se desconocen los términos de esta medida y sobre todo cuál ha sido la reacción argentina, si es que la hubo. Podemos agregar que carece de explicación el real significado de una pista clandestina o semiclandestina sobre la costa en la provincia de Chubut -del que se habló con insistencia pero, “para variar”, sin explicaciones del gobierno-, asunto que facilita toda clase de especulaciones y suspicacias. Entre ellas, que a Cristina no le importan o simplemente no le interesan estos problemas, sea porque no dan votos, sea porque no los entiende y si están fuera de su comprensión, como la economía, la seguridad o la defensa, por ejemplo, el sentido de su desempeño se angosta hasta desaparecer.
En épocas pasadas, la difusión de estas noticias habría determinado una movilización de la opinión pública y de las reacciones políticas, pero en las actuales circunstancias de la decadencia que se nos ha impuesto, poco es lo que podemos hacer. Más aún, observamos por parte del gobierno una desaprensión absoluta respecto de estos problemas, desaprensión agudizada por la persecución a las Fuerzas Armadas y de Seguridad, cuya última expresión es el escándalo de la Fragata Libertad. ¿Quién insistió, en definitiva, para anclar en el puerto de Ghana? ¿Fue Guillermo Moreno, que ahora trota rumbo a Vietnam acompañado por los “empresarios” de La Salada que, para colmo, ahora retacean mostrarse con el Secretario de Comercio Interior…?
Ya los empresarios de envergadura desistieron de acercarse al boxeador -excepto de Mendiguren, que todavía insiste- quien se ha convertido en socio de casinos clandestinos, tal
No nos escandalicemos: un ministro de la Corte -Zaffaroni- es dueño de varios departamentos convertidos en prostíbulos.
Y a él ha recurrido la Presidente para darle forma a un nuevo Código Civil.
Es bueno leer sobre los autores de las notas . . .
Más, si las mismas nos ayudan a pensar.
En momentos tan duros y difíciles es bueno tener una brújula que nos aclare el camino, y el ciudadano común, bombardeado por información mentirosa, si no cuenta con periodistas, sanos, jugados y veraces, no tiene como tomar decisión.
Y no todos los que informan, ponen el alma y no el bolsillo, en lo que brindan.
Por ese motivo Acuña es nuestro invitado. Usted decide.
El Director.
Estos nuevos datos de la decadencia concurren en la formación de otro interrogante: ¿es preferible que Cristina se encierre para tomar a solas todas las medidas principales de gobierno en detrimento del rol que les corresponde a ministros, secretarios y demás funcionarios o es mejor que su presidencia se ejecute en términos de normalidad? La duda es válida pero, en los hechos y como se informó ayer, las órdenes contradictorias que imparte, los constantes cambios de opinión, el contenido de las medidas que adopta, el perceptible deterioro de su estado de salud y la inestabilidad mental de la que hablan todavía en voz baja ministros y colaboradores cercanos, permiten pensar en una virtual acefalía. No faltarán quienes consideren que el vocablo es exagerado pero, a esta altura del proceso institucional que atravesamos, debemos analizar, como lo señalamos hace poco, que tres años por delante son imposibles en los actuales términos políticos. Más aún, algunos avispados, que pueden variar su posición de un día para otro, han entrado a preocuparse por el destino que les espera a innumerables jueces prevaricadores que se sometieron a los intereses políticos de la revancha ideológica. Tanto es así, que en silencioso secreto evalúan la conveniencia de elaborar una amnistía para negociar con ella un devenir que será contundente para esos jueces y para quienes los inspiraron. El 8 de noviembre podrá mensurarse la protesta popular y el 7 de diciembre será una fecha que se sumará a la anterior para definir el futuro, suceda lo que suceda. Es probable que los acontecimientos decisorios se extiendan hacia el verano pero la realidad, ese componente que deben interpretar todos los políticos, sean oficialistas o de la oposición, indicará a cualquier observador más o menos informado que algo muy grave y de notable importancia nos aguarda a todos los argentinos, sin excepción. La consigna es prepararse para el día después.
Por
Carlos Manuel Acuña,
es periodista de raza, formado en el Diario La Nación donde ingresó en 1960, cubrió una amplia gama del campo informativo, especializándose en temas políticos. Fue un atento seguidor de los grandes acontecimientos de la época, conoció a los protagonistas que durante esos años marcaron un ritmo de disidencias y desencuentros políticos y se convirtió en un analista de las confrontaciones ideológicas que luego formarían parte del conflicto que trata esta obra, tal vez la primera en su tipo, extensión, rigor histórico y una redacción amena que la hace especialmente atractiva.
Nacido en 1937, es padre de cinco hijos, abuelo de varios nietos, pertenece a la generación que vivió en su adolescencia la experiencia del peronismo, asistió a nacimiento de los cambios sociales que caracterizaron a ese período de la vida argentina y profesionalmente siguió paso a paso las intimidades de las crisis que se sucedían sin solución de continuidad. Tuvo la experiencia viva de la política como periodista parlamentario y como seguidor de las tertulias que todavía mantenían un aire de bohemia y espontaneidad que hoy se ha perdido. Si bien se trataba de un periodismo cuyas formas, estilo y esencia se modificó sustancialmente, el rigor profesional se percibe en este primer libro de Acuña sobre un tema tan apasionante cuyas alternativas lo mantienen actualizado. Como periodista, el autor ocupó toda la gama de la actividad profesional, hizo radio y televisión, dirigió agencias noticiosas, fue corresponsal de publicaciones extranjeras y nacionales, columnista de La Prensa durante los años ochenta, de la bahiense La Nueva Provincia y de otros diarios importantes del interior del país.
Ampliamente conocido en todos los sectores, sus artículos marcaron rumbos definidos en la transmisión de la realidad, especialmente cuando se intentaron introducir innovaciones en temas tan trascendentes como el de la ideologización en el campo educativo.
Participó del Congreso Pedagógico Nacional, tomó partido en los grandes debates que provocó, no fue ajeno a las polémicas que surgieron durante esos discutidos años ni tampoco a las inquietudes político-partidarias. Orientado en las grandes líneas sustentadas por los valores tradicionales, su inquietud por estos temas lo llevó a recorrer y conectarse con dirigentes de Europa, Japón, Estados Unidos y en Latinoamérica pudo experimentar personalmente la evolución de los problemas contestatarios que surgieron en el continente desde los años sesenta y durante los setenta. Fue dirigente agropecuario, conferencista, dictó cursos sobre la teoría y práctica de la comunicación, no es ajeno a la incursión en la poesía y sobresale en el ejercicio de la antigua virtud que no siempre es de fácil ejercicio, de lograr muchos amigos.Es bueno leer sobre los autores de las notas . . .
Más, si las mismas nos ayudan a pensar.
En momentos tan duros y difíciles es bueno tener una brújula que nos aclare el camino, y el ciudadano común, bombardeado por información mentirosa, si no cuenta con periodistas, sanos, jugados y veraces, no tiene como tomar decisión.
Y no todos los que informan, ponen el alma y no el bolsillo, en lo que brindan.
Por ese motivo Acuña es nuestro invitado. Usted decide.
El Director.
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