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sábado, 9 de febrero de 2013

2013


UN ESCRACHE FLUVIAL.



Por:


Jorge R.    

Enriquez.






El fin de semana pasado, mientras regresaba de Colonia (República Oriental del Uruguay) en Buquebús con su mujer y sus dos pequeños hijos, el poderoso funcionario kirchnerista Axel Kicillof fue increpado por muchas personas que viajaban junto a él, las que a viva voz le exigían, entre insultos, que se retirara de ese lugar. Kicillof se negó en un primer momento, pero, finalmente, aceptó dirigirse con su familia a una cabina en la que pudo aislarse de esa situación conflictiva.

No necesito aclarar, desde este espacio, que estoy en las antípodas de ese economista. Pero, siempre, he rechazado cualquier forma de "escrache". Lo vengo señalando desde que este método se inauguró en la Argentina, en los años noventa, como una forma de protesta, primero contra algunos militares y civiles que habían formado parte del último período de facto y, luego, contra funcionarios y dirigentes políticos que integraron sucesivos gobiernos democráticos. Señalé entonces que el método era repudiable, más allá de las causas (a veces legítimas) que lo motivaran. No hay escraches buenos y escraches malos.

Que el gobierno nacional utilice prácticas iguales o peores, que la presidenta de la Nación "escrache" desde la cadena nacional a ciudadanos que no pueden defenderse de sus invectivas, que existan escandalosos casos de corrupción que una justicia federal adocenada no castiga, que haya un hastío importante de vastos sectores sociales ante una administración autoritaria y prepotente, no justifica este método. No se combate el canibalismo comiéndose a los caníbales.

Un viaje en un barco con la familia es una acción privada, aunque se realice en un espacio público. Distinto es el caso de los abucheos frente a un discurso pronunciado en un acto público, como los que sufrió el vicepresidente Amado Boudou cuando habló en la conmemoración del bicentenario de la batalla de San Lorenzo. Esto último es una contingencia posible en el marco de esos actos: es la contracara del aplauso. Si éste se admite, debe aceptarse también cualquier manifestación no violenta de reprobación. Y ciertamente no faltaban motivos en esa oportunidad, porque Boudou - siguiendo al pie de la letra el manual del buen kirchnerista - en lugar de destacar aquella gesta histórica y la figura del General José de San Martín, que nos une a todos los argentinos, se encargó de transformar la celebración en un acto partidario, al ensalzar, en una insólita y lamentable comparación, al matrimonio Kirchner como si hubiera integrado el 3 de febrero de 1813 el Regimiento de Granaderos a Caballo.

Siempre nos llamó la atención la pasividad de muchos compatriotas ante un gobierno de las características del que padecemos hace una década, pero no es esta la forma de oponerse. Esto no tiene nada que ver con la magnífica demostración cívica del 8N y sólo sirve para que desde las usinas oficiales se acuse a los opositores por prácticas que éstos denuncian como propias del kirchnerismo.

Debemos construir una alternativa a este modelo hegemónico. Para que sea una verdadera alternativa, tiene que nutrirse de valores opuestos a los que emanan del gobierno nacional. No es tarea sólo de los dirigentes políticos, sino de toda la ciudadanía.
Viernes 8 de febrero de 2013 .
Dr. Jorge R. Enríquez .
jrenriquez2000@gmail.com
twitter: @enriquezjorge 

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