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jueves, 5 de abril de 2012

Defender o marginar a Boudou,


el dilema de CFK‏.


Si en vez de ayer, el juez federal Daniel Rafecas hubiera ordenado el allanamiento del departamento propiedad de Amado Boudou en Puerto Madero para el sábado o domingo de la semana que viene, éste hubiera estado a cargo del Poder Ejecutivo. El escándalo hubiera escalado entonces mucho más. Es que, para esa fecha, CFK viajará a la Cumbre de las Américas en Cartagena (Colombia). Este ejemplo muestra la gravedad institucional de la situación que se está creando. En la edición impresa de Perfil del domingo pasado, Rafecas sostuvo que son débiles las pruebas contra Boudou en el caso Ciccone. Pero ayer se comprobó que Alejandro Vanderbroele pagó expensas de uno de los departamentos del vice.
Con la crisis firmemente instalada, todos miran a la Presidente, cuya actitud hacia su compañero de fórmula, desde que estalló el escándalo, tiene sus matices.
Al margen de que la relación entre ambos estaría profunda y tal vez irreversiblemente dañada, la Presidente tuvo gestos públicos de disgusto hacia Boudou, por ejemplo, durante su discurso inaugurando el 1 de marzo las sesiones del Congreso. 
En los días siguientes, otras sutiles señales hicieron pensar a algunos analistas que la mesa chica del Gobierno se estaba inclinando por ir marginando al vice del centro de la escena. 
Un hecho político confirmó que esta operación se puso en marcha: Boudou dejó de participar de las reuniones en Olivos para decidir los pasos a seguir en el Senado, siendo desplazado en el tratamiento de estos temas con CFK por Miguel Ángel Pichetto. 
Todo indica que, acorralado, aquél aceptó su marginación y se limita desde entonces a cumplir un papel protocolar en la Cámara Alta.

No dar el brazo a torcer.
Pese a que en Olivos el consenso es unánime en cuanto a que Boudou es un cadáver político, en la última quincena hubo un cambio en la conducta presidencial. 
El sábado 24 de marzo pasado, Boudou estaba por subirse a un avión para una gira de una semana por Corea del Sur y otros países. Pero a último momento, habría recibido la orden presidencial de quedarse en el país. 
Al parecer, en Olivos se habría pensado que la ausencia del vice en una semana de debates importantes por la reforma de la Carta Orgánica del BCRA y el traspaso de los subtes sería interpretada como la admisión oficial de que el Gobierno está golpeado por el caso Ciccone.
A partir de entonces, Boudou fue convocado a los actos encabezados por Cristina, en un evidente intento para demostrar que la Casa Rosada no está a la defensiva y que la investigación judicial no afecta al cristinismo. Se trata de una actitud política que cierra con la tendencia kirchnerista a no tomar en cuenta las críticas ni aceptar errores.
De continuar así las cosas, CFK continuaría al menos por ahora defendiendo públicamente a su vice a través del lenguaje visual, o sea, teniéndolo al lado. 
A favor de esta actitud está el hecho de que, con la oposición en el Congreso en franca inferioridad numérica, el riesgo de un juicio político es inexistente. 
La pregunta para la etapa que se inicia es si la actitud de CFK cambiará en el caso de que Boudou sea citado a declarar por Rafecas. Todo indica que no. 
Algunos conocedores de la psicología presidencial aseguran que el mayor factor de riesgo para el jaqueado ex Ministro de Economía sería que las encuestas indiquen a su cercanía con Cristina como una causa para la baja de la imagen positiva de ésta. 
De ocurrir esto último, es previsible que vuelvan las versiones sobre una licencia o, hasta las más dramáticas referidas a la hipótesis de la renuncia.

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