2014
Buzones
en
Carnaval
Por.
Enrique Guillermo Avogadro.
Abogado
“Con la verda´ no ofendo ni temo.
Con la mentira zafo y sobrevivo, Mendieta”.
Roberto Fontanarrosa
Señora Presidente, debo decir que, una vez más, el sábado me
hizo recuperar la capacidad de asombro, ésa que mantiene jóvenes a los mayores,
con su estilo tan mesurado y exento de las habituales diatribas contra sus
imaginarios enemigos, un modo que tanto ha crispado a la sociedad en que usted
y yo vivimos; tampoco nos deleitó con esos espectáculos de danza que tanto le
gustan y practica y que, a veces, han llegado a incluir el Himno.
Sólo una pequeña corrección institucional: al decir,
refiriéndose tantas veces a mayo de 2003 como “cuando llegamos”, demostró que
considera a la Presidencia de la República como bien ganancial; ignoro si algo
así incluía la reforma constitucional que sus aplaudidores propugnaban pero, en
cualquier caso, le recuerdo que no fue aprobada.
En cuanto al fondo sí, fue más de lo mismo, ya que nos informó que
estamos en el país más maravilloso del mundo, envidia de muchos otros,
desplegando durante tres horas un muestrario completo de las cifras que todos,
la realidad incluida, nos negamos a ver. Ya no se puede engañar, como se hizo
desde entonces, a todo un pueblo, ya que ese país fantástico no es percibido
tampoco por la mayor parte de su base electoral, que la reeligió con un ya
imposible 54%; pese a que usted no se resignó a mencionar los problemas, la
gente cree más en lo que le dice el carrito del supermercado y está mucho más
que preocupada por el innegable crecimiento de la brutal inseguridad y el
narcotráfico, y de todo ello hace responsable a su gobierno.
En un país que, según usted, produce alimentos para
cuatrocientos millones de personas, surgen dos inevitables preguntas, la
primera de los cuales clama al Cielo:
¿por qué, entonces, sigue habiendo hambre
y desnutrición en la Argentina? y
¿por qué se prohíben las exportaciones de
carne y trigo?
Si bien es cierto que siguió inculpando a los industriales
(nunca al Gobierno) por los aumentos de precios percibí, en general, su
discurso como un pedido de ayuda a los gremialistas, en general, y a los
docentes en particular; resta saber si las bases estarán dispuestas a callar
cuando sus dirigentes acepten caídas en el salario real a cambio de algunas
monedas (por ejemplo, fondos para las obras sociales) o, por el contrario,
marcharán con la cabeza de éstos a exigir algo que la economía ya no puede darles.
Por el contrario, usted, en medio de la profusa enumeración de
fabulosos logros que sólo existen en su afiebrada imaginación, realizó anuncios
que, de concretarse, implicarían un crecimiento del gasto público que, una vez
más, empujará a la inflación, que ya parece ser un globo de gas. Mientras
la escuchaba, señora Presidente, y la veía para no perderme sus
mohines, no podía dejar de pensar en que, durante estos once años, el
kirchnerismo recaudó casi un billón (un millón de millones) de dólares.
Cuando mencionó las teóricas inversiones en infraestructura,
por ejemplo, recordé algunas de las rutas tan deterioradas que utilizo, los
puentes y puertos faltantes, los teléfonos celulares que no funcionan, los
cortes de luz cuando hace calor y los de gas cuando hace frío, los
ferrocarriles cuyas mejoras prometió por enésima vez, las centrales nucleares
que aún no existen, los hospitales que se caen a pedazos y carecen de los
insumos más elementales, las imaginadas extensiones de las redes de gas que aún
obligan a los más pobres a comprar garrafas, la falta de redes cloacales y
tantas otras inexplicables carencias de una población cuyo gobierno ha manejado
tantos fondos. Señora, ¿dónde fueron a parar esos dineros?
Habló usted de la modernización de la flota de Aerolíneas
Argentinas y en la conectividad aérea de las provincias; pero olvidó decir que
la empresa le cuesta al país casi tres millones de dólares diarios, sólo para
que viajen los más ricos y cobren sus magníficos sueldos los “jóvenes para
la liberación” de La Cámpora.
Gracias a Dios omitió contarnos su versión de los goles
secuestrados pero donde su “relato” se hizo más expresivo fue cuando
describió, con muchas lagunas, su propia historia en el affaire YPF-Repsol. El
miércoles pasado, previendo que esta columna debería referirse a lo que diría
el sábado en el Congreso, escribí una nota sobre el tema, “Sinfonía para Saqueo
a Muchas Manos” (http://tinyurl.com/mrfqltg), que llena algunos de los detalles
que usted olvidó.
Tal vez lo más curioso de su pieza oratoria fue el reclamo al
Congreso de una legislación que impidiera que las protestas impidan la libre
circulación de los ciudadanos; pese a ser una autodenominada “abogada
exitosa”, no recordó que en el Código Penal ya está tipificado ese delito y
que, por lo demás, tanto don Néstor (q.e.p.d.) cuanto usted misma no sólo las
toleraron durante los últimos once años sino que las incentivaron y
financiaron, cuando estaban dirigidas a opositores o presuntos agiotistas.
El pobre
Julián Santo Domínguez, actual Presidente de la Cámara de
Diputados, al salir del acto se enredó ante las preguntas de los movileros, y
trató de explicar que esa represión se daría sólo ¡cuándo quienes cortaran las
calles fueran pocos!; realmente original. Le cuento, señora, que si pretende
utilizar al Ejército del Espión Milani para contener la
inquietud social y conservar, de algún modo, el control de la calle, no podrá
hacerlo, al menos mientras
permanezcan en la cárcel mil seiscientos
presos políticos, muchos de ellos sin condena y, en la gran mayoría con edades
superiores a los setenta años y con graves enfermedades.
En todos los casos, los proyectos que ya ha enviado el Ejecutivo o lo hará próximamente contienen modificaciones sustanciales al modo de vida de los argentinos, que debieran ser motivo de un profundo debate, y traerá impunidad a los corruptos, la reducción de penas para los delincuentes y la desaparición de la reincidencia como agravante.
Este momento en que la ciudadanía no para de llorar a los muertos y heridos por la corrupción, la inseguridad y el narcotráfico, debiera obligar a los legisladores a reflexionar acerca de su vocación, señora Presidente, de pasar a la historia como reformadora, y cuánto le costará al país si, también en estos graves temas, siguen usando el habitual “sí,
Cristina” que han practicado todos
estos años.
Es cierto que no pudo más que aplaudir la gestión del “Chiquito
pero rendidor” Kiciloff quien, a contramano de cuanto ha pregonado
tantas veces, está tratando de reconstruir los puentes dinamitados con los
mercados de capitales que usted tanto necesita, pero me parecieron un poquito
exageradas las ponderaciones al ex Twitterman por su labor al
frente la Cancillería. El mundo mira países y no gobiernos, y la reparación del
daño que estas curiosas y contradictorias ¿políticas? exteriores le han
producido a la Argentina costará mucho y demorará años. Don Néstor (q.e.p.d.)
creyó que insultaba a George W. Bush cuando organizó la “contracumbre” de Mar
del Plata con Chávez, Evo Morales, Maradona y D’Elía, pero ofendió a la
institución presidencial norteamericana; usted, señora, hubiera debido aprender
aquella lección y, sin embargo, envió al “hijo de Jacobo”a cortar
precintos en un avión militar de los Estados Unidos. Debo, en cambio,
felicitarla por la forma en que pasó la pelota del fiasco del memorándum firmado
con Irán, que usted impuso con fórceps en su momento; su fracaso torna aún más
inexplicable tanta insistencia.
Diciendo que no apoyaba a Maduro ni a su gobierno, pidió
respetar la democracia en toda América, “región de paz”. Nuevamente
olvidó usted, tal vez porque está poniendo las barbas en remojo, que una cosa
es la democracia delegativa, en la que quien gana se lleva todo, y la
representativa, en la cual la legitimidad no pasa sólo por el origen (el voto)
sino que exige que el poder sea ejercido con respeto a las instituciones y a
las minorías.
Para terminar, una sola pregunta más. Señora, ¿recuerda aquel
foro empresario en que su fallecido marido recomendó a los extranjeros “miren
lo que hago, no lo que digo”?; pues bien, le cuento que su propuesta ya
debería ser la inversa, pues del proyecto –si es que existió- de Kirchner nada
ha dejado usted en pie, salvo la vocación irrefrenable y compartida por
apropiarse de fondos y bienes públicos.
Bs.As., 3 Mar 14
Enrique
Guillermo AvogadroAbogado
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