Murió
Eduardo Luis Duhalde.
Por Agustín Laje (*)
Murió Eduardo Luis Duhalde. A los 72 años de edad, y tras varios días de agonía, el secretario de Derechos Humanos el pasado 3 de abril dejó de existir. Como no podía ser de otra manera con la figura supuestamente “intachable” del kirchnerismo en términos morales, todos los medios trataron el deceso de manera casi idéntica: exponiendo las bondades que realizó, las “buenas causas” a las que adhirió y los logros académicos que consiguió.
Por tomar diarios que están en las antípodas, como lo son La Nación y Página 12, mientras el primero publicaba su largo curriculum informando que “fue juez de Cámara de los Tribunales Orales en lo Criminal de la Capital Federal […] consultor de Derechos Humanos de las Naciones Unidas y profesor consulto de la Universidad de Buenos Aires […] Defensor de los presos políticos que fueron fusilados en la Masacre de Trelew en 1972”, el segundo daba cuenta de que el fallecido tenía “una larga trayectoria como abogado defensor de víctimas de la represión de Estado antes, durante y después de la última dictadura militar […] Juez de Cámara de los Tribunales Orales en lo Criminal de la Capital Federal, consultor de Derechos Humanos de la ONU y profesor Consulto de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA”. Distintas palabras pero el mismo contenido, en diarios ideológicamente opuestos.
Pero la vida del ex Secretario de Derechos Humanos no ha sido una suerte de síntesis local entre Mahatma Gandhi, la Madre Teresa de Calcuta y Nelson Mandela como se pretende. De hecho, su vida tiene un pasado oscuro que nadie se atreve a escarbar: su estrecha relación con el terrorismo subversivo que atacó a la Argentinaen la década del 70.
Eduardo Luis Duhalde comienza a vincularse fuertemente con organizaciones armadas irregulares a fines de los años `60, prestando sus servicios como abogado ad honorem no de “presos políticos” como se ha difundido hasta el cansancio, sino de asesinos y secuestradores, de pone bombas y profesionales de la extorsión y el sabotaje.
Entre otros casos, Duhalde defendió enérgicamente a terroristas del ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo) en la causa número 305, por el secuestro, tortura y asesinato del Dr. Oberdán Sallustro, un empresario italiano que resultó víctima de la inhumanidad guerrillera.
Asimismo, fue también abogado de los máximos líderes terroristas de Montoneros y ERP que protagonizaron la fuga del penal de Rawson en 1972, hecho durante el cual Ana María Villarreal, esposa de Mario Roberto Santucho, asesinó al Ayudante de Segunda Juan Gregorio Valenzuela, del servicio penitenciario.
¿Fueron los asesinos de Sallustro o los fugados de Rawson “presos políticos”?
Desde ya que no.
En efecto, no fueron perseguidos por una filiación política determinada, sino por emplear métodos terroristas de todo calibre que incluyeron el asesinato y la privación ilegítima de la libertad; no fueron perseguidos por lo que pensaban, sino por lo que hacían; una bala en la cabeza no es un argumento político.
Como se ha difundido, Eduardo Luis Duhalde no es sólo abogado sino que también es periodista.
Pero hay algo que nadie ha dicho en este sentido: que Duhalde también ofreció su experiencia en esta área a las organizaciones terroristas de los años `70.
La revista Liberación, medio a través del cual la facción del ERP llamada “22 de agosto” (asesinos de los filósofos Carlos Sacheri y Jorgan Bruno Genta, entre otros crímenes varios) difundía sus fechorías y promovía el terrorismo, tuvo al ex Secretario de Derechos Humanos como miembro de su “comité solidario” a partir del segundo número en Marzo de 1973.
Su segundo trabajo periodístico fue como director de la revista Militancia ya en el marco de un gobierno democrático, entre 1973 y 1974.
Militancia era órgano de prensa de la organización terrorista más peligrosa que tuvo la Argentina: Montoneros.
Desde allí, lejos de promover el respeto por los Derechos Humanos, su trabajo se concentraba en aplaudir y estimular los atentados y delitos varios que perpetraban los guerrilleros, haciendo de estas páginas verdaderas usinas de adoctrinamiento político-militar.
Vale citar algunos ejemplos tomados al azar de la línea editorial de la revista de Duhalde: calificó de “ajusticiamiento” el asesinato del general Juan Carlos Sánchez; festejó el secuestro del empresario norteamericano Mr. Víctor Samuelson burlándose en los siguientes términos: “Servidor eficiente de una de las más grandes empresas multinacionales, el mentado Mr. Samuelson no pudo festejar, como acostumbran los ejecutivos extranjeros, este happy new year” (nº 30, p. 14); se lamentó de que a dos terroristas montoneros les estallara en la mano una bomba que estaban prontos a colocar dado que “quién sabe qué destinatario tendría ese caño traicionero que estalló en Barrio Las Flores […] seguramente, algún milico […] o algún burócrata traidor” (nº 27, p. 16); reivindicó la brutal violencia en función de la necesidad de “eliminar de estas tierras la raza de oligarcas explotadores” (nº 33) puesto que “sólo la guerra del pueblo salvará al pueblo” (nº 28). Repetimos que estas belicosas publicaciones se daban en el marco de un gobierno democrático y peronista, filiación política que en sus últimos tiempos Eduardo Luis Duhalde, sin ruborizarse, dijo tener.
Militancia contaba con una sección llamada “cárcel del pueblo”, en referencia a aquellos aterradores huecos subterráneos donde los terroristas mantenían en cautiverio a sus secuestrados.
En esta parte de la revista se escrachaba a algún personaje público considerado ideológicamente “enemigo” del terrorismo, y en no pocas oportunidades, a los pocos días, el escrachado terminaba siendo muerto a balazos. Tal fue la suerte del líder de la CGT José Ignacio Rucci, del dirigente radical Arturo Mor Roig y del sacerdote Carlos Mugica, todos ellos señalados en Militancia, y al poco tiempo asesinados por organizaciones armadas.
El hecho de que la revista Militancia no haya contado con publicidad de ningún tipo en sus páginas, provocó la duda razonable de que dicho órgano de propaganda terrorista fuera financiado con el dinero de los robos y secuestros que sistemáticamente practicaban las bandas criminales que Duhalde defendía, tanto sea prestando sus oficios jurídicos ad honorem como en su rol de apologista gráfico.
Concluido el conflicto armado de los años `70 y en pleno auge de la democracia alfonsinista de los años ’80, el personaje en cuestión tuvo el destacado y desvergonzado papel de ser fundador del grupo homicida MTP (Movimiento Todos por la Patria), el mismo que saltó a la fama por intentar efectuar un golpe de Estado a la democracia por medio de un ataque terrorista contra los cuarteles de La Tablada en 1989. El rol de Duhalde en esta organización armada ha sido confesado nada menos que por Enrique Gorriarán Merlo −jefe del grupo y ex miembro del ERP− en sus memorias, al destacar que la fundación del MTP “culminó en una amplia reunión −realizada en Managua en el ’86− en la que participamos alrededor de cincuenta compañeros. Ahí estuvieron [entre otros] Eduardo Luis Duhalde” (Gorriarán Merlo, Enrique. Memorias.
De los setenta a La Tablada.
Buenos Aires, Planeta, 2003, p. 479).
Cabe recordar que el cruento ataque de La Tablada terminó con la vida de once soldados y dejó sesenta heridos y mutilados.
Murió Eduardo Luis Duhalde.
No fue ni un filántropo ni un paladín de los Derechos Humanos.
Quien se vincula y colabora con agrupaciones que hacen de la bomba un argumento, del terror un método y de la muerte un medio, no puede ser nunca recordado como un moralista representante de las “buenas causas”.
En efecto, la muerte de un hombre no puede borrar lo que en vida hizo: ni lo bueno ni lo malo.
La Argentina perdió a su secretario de Derechos Humanos.
Se fue también un conspicuo aliado de aquel depravado terrorismo que en los años `70 regó de sangre nuestro suelo.
(*) Es autor del libro “Los mitos setentistas”.
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Email del autor: agustin_laje@hotmail.com
La Prensa Popular | Edición 95 | Viernes 6 de Abril de 2011
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