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sábado, 7 de abril de 2012

CRISTINA:



IDEOLOGÍA AUTORITARISMO.



Por Carlos Berro Madero.


Cristina Kirchner, está decidida a cobijarse bajo el manto de la ideología, con la que pretende proporcionarse a sí misma una dispensa moral e intelectual que la ponga lejos de toda condena social.
Con sus habituales eufemismos, intenta quitarle validez al fracaso que se le señala a su gobierno -que comienza a “boquear”-, encendiendo algunas “hogueras sagradas” que le permitan seguir inflamando el espíritu de sus seguidores y le den razones para colocarse en el Olimpo.
Un ideólogo suele ser casi siempre un infatuado que habla de cosas que considera “sublimes” en un lenguaje generalmente ininteligible con el que intenta “impactar” a sus semejantes. 
No tiene vergüenza, ni atiende las críticas que se le efectúan por la ineficacia de su naturaleza, sin aportar nunca soluciones prácticas para nada. 
Por el contrario, busca atajos para embrollar más cualquier situación que se presente complicada.
Así se comporta nuestra Presidente mientras predica como una “iluminista” del siglo XXI, condenando a la ciudadanía al delirio de sus vicios retóricos que promueven prácticas incompatibles con una verdadera democracia. El último “capricho” consiste en haber “ordenado” votar a sus diputados y senadores “a libro cerrado” la ley de traspaso de diversos servicios de transporte de la Nación a la Ciudad de Buenos Aires, sin someterse a diálogo alguno con el Jefe de Gobierno. 
Esto demuestra una vez más el estilo autoritario de quien sueña, acusa y subvierte el sentido de las instituciones, reemplazando la razón y el sentido común por sus delirios conceptuales.
Siendo una verdadera “camaleona social” (Mark Snyder), no le importa en lo más mínimo decir una cosa y hacer otra, si percibe que ello puede permitirle ganarse la aprobación de sus seguidores. 
Al mismo tiempo, ha manifestado en este caso, muy suelta de cuerpo, que sabe mucho de “transportes” porque en su juventud “viajaba en colectivo y en tren” (sic), mientras supone que Macri, por ser un “niño bien” ó un “tilingo” (Abal Medina y Aníbal Fernandez dixit), se movió siempre en “paquetes” automóviles familiares.
Una suposición infantil, muy común entre personas resentidas expresándose con un lenguaje propio de un reñidero doméstico. Pero claro, no podemos olvidar que los Kirchner crecieron desarrollando “sofisticadas” tesis sobre el dominio de una determinada clase social sobre otra, disfrazando de esta manera sus verdaderos propósitos de conquistar el poder a perpetuidad. 
Jamás tuvieron en cuenta nada que no estuviera contenido en su “egoteca” personal, como diría el escritor mexicano Jaime Martuscelli con su proverbial sarcasmo.
La Presidente pretendió siempre abolir toda distinción entre lo verdadero y lo falso, tratando de incrementar de cualquier manera el fanatismo de sus admiradores incondicionales, para convencerlos de que lucha por ideales casi “proféticos”, tratando así de acrecentar el “activismo” colectivo de sus adictos.
Así lo ha hecho una vez más, “reflexionando” sin continencia alguna sobre el Ingeniero Macri, tratando de encerrarlo en un camino casi sin salida. 
Primero, lo tentó con un acta de acuerdo eventual, proponiendo lo que se ha hecho evidente no tenía la menor intención de cumplir. 
Luego fue por más, retirando la policía que custodia los servicios en pugna y promoviendo finalmente el retiro de subsidios específicos, tratando de presentar al Jefe de Gobierno como un inepto incapaz de hacerse cargo de “sus funciones”.
Macri cayó en la trampa y cuando se dio cuenta que lo llevaban “arreado”, comenzó a recular como un redomón.
¿Por qué no pensó bien lo que estaba haciendo desde el principio?
¿Con quién creía que estaba tratando? ¿Con el arcángel San Gabriel?
¿Era una lectura tan difícil para hacer después de estos diez años de gobierno “K”?
Cristina ha sido hasta ahora un blanco complicado para apuntar porque vive de una prédica casi “divina”, negando todo criterio objetivo de la realidad misma.
Derrotarla no es fácil porque no busca la verdad ni la promueve. 
Solo pretende sostenerse a sí misma refutando todo lo que no “cuadre” a su único propósito: permanecer indefinidamente en el control del poder.
Un ideólogo procura colocarse siempre más allá del juicio de sus semejantes, construyendo una fábrica de explicaciones sin sentido alguno para terminar convirtiéndose en una fuente de problemas para quienes sufren sus consecuencias.
La vanidad prepotente de Cristina nos deja en un escenario de extrema desolación, porque la democracia y la república exigen en la resolución de sus problemas un mínimo de buena fe. La Presidente no parece haberla tenido, haciendo gala una vez más de su apego instintivo al autoritarismo.
Macri tendrá que armarse de coraje y aprovechar esta experiencia para el futuro: con el kirchnerismo no debe esperarse diálogo alguno, sino aprender a combatirlo. Es la única manera de “plantarse”... firmemente frente a su despotismo ideológico sin límites. Mientras tanto, sospechamos, fundadamente, que habrá más capítulos del mismo tenor en el futuro próximo.
carlosberro24@gmail.com

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