2013
Un domingo
cualquiera,
a las puertas
del camposanto
Por:Matías E. Ruiz
"Informador Público".
"Cuando debemos enfrentar una guerra, solo existe algo por hacer, y eso es ganar.
Puesto que la derrota es una de las peores cosas que pueden suceder en una guerra"
(Ernest Hemingway).
Cristina Elisabet Fernández Wilhelm y sus
comisionistas habían ingeniado el turbio mecanismo de las PASO con el objeto de
maniatar a la totalidad del espectro opositor, coartando su radio de alcance a
nivel territorial.
En agosto de 2011, las Primarias sirvieron para anticipar la
sensación de victoria que luego se consolidaría con el 54% de octubre de aquel
año.
El ceremonial triunfalista cobró forma desde el eslogan "Cristina ya
ganó".
La Presidente
forjó el hierro de la herramienta que, apenas dos años más tarde, regresaría
para herir de muerte a sus expectativas de permanencia. La humillante derrota
de este domingo 11 de agosto acaba de sellar un amargo cadalso para ella y los
acólitos más comprometidos con la recalcitrante fraseología de un modelo ahora en
insoslayable agonía. Los monotributistas del subsistema carecieron de empatía
desde el inicio, de tal suerte que ninguno de ellos se hallaba en condiciones
de alertar previamente que marchaban -juntos y desprovistos de ropaje- hacia
Moscú en plena temporada invernal. Parece ser que las lecciones de la Historia
se caracterizan por retornar con particular crudeza en tiempos de tribulación.
"Cristina
ya perdió" será, desde hoy, la síntesis subliminal que compartirán medios
no alineados al poder y opinión pública para exponer lo que ya se perfila, esto
es, que el Frente Para la Victoria se ha quedado sin piernas para encarar
octubre. La Casa Rosada precisaba, al menos, arañar un 50% de adhesiones en la
Provincia de Buenos Aires y una numerología mínimamente potable en otros
distritos, si de lo que se trataba era de llegar al 27O con algún atisbo de
cohesión. El encumbramiento computado por el tigrense Sergio Tomás Massa dio
por tierra con aquella prerrogativa, con el agravante de que, por estas horas,
Francisco De Narváez deberá evaluar seriamente y a conciencia si no sería mejor
dar el paso al costado en la contienda. Así las cosas, su escuálido porcentaje
serviría para engrosar la cosecha del massismo y de la sorprendente
configuración UNEN. Y este panorama -sobra decir- podría teñir de color negro
azabache las ya magras perspectivas de un oficialismo en jaque. Consideraciones
que ya corretean por las conexiones neuronales del Gobernador Daniel Osvaldo
Scioli; degradado por la propia Presidente hasta verse forzado a ocupar el rol
de mustio macetero, el esposo de Karina Rabollini ha terminado de comprender
que la "estrategia" de la no-confrontación ha determinado su muerte
política. Y todavía le queda contemporizar con las consecuencias del 28 de octubre.
Con todo, debe
computarse otra flagrante maldición que, tanto Balcarce 50 como el
espectrograma de columnistas dominicales aún eluden tratar: la comentada performance
del Frente UNEN comienza a
abroquelarse en torno del objetivo de hacerle perder al Gobierno Nacional dos
bancas en el Senado, de aquí a las Legislativas. El furibundo speech de la chaqueña Elisa Carrió se orienta
hacia la consecución de ese logro que, en los hechos, es más que plausible. Y
se construye desde la proposición de aunar esfuerzos de
comunicación y sintonía con otras fuerzas -PRO, acaso- para que esta necesidad
sea evaluada en relación a su importancia.
Mientras que en
Tigre todo son sonrisas, el desglose de los resultados retornados por las PASO
debería servir a criterio de dejar de lado cierta conclusión ingenua, a saber,
que la oposición light hecha carne por Massa sirvió para
consolidar el triunfo. Ello podría ser acertado para obsequiar color a
fotografía obtenida en este primer paso, pero esta táctica no necesariamente
podría ser funcional de aquí al futuro. Puesto que Cristina Kirchner -muy a
pesar de sus palabras del domingo, cercanas a la despedida- redoblará su
apuesta, y ello solo conducirá a tensar la cuerda con la Justicia, la
ciudadanía, los medios independientes y los sectores productivos (industria y
agro). Finalmente, si Sergio Massa no acentúa su desapego del esquema oficial
(condenando con mayor dureza, por ejemplo, los casos de corrupción), los
votantes podrían percibirlo como colaboracionista y su buenaventura podría
diluirse. En este sentido, los asesores del intimismo tigrense deberían
preguntarse hasta qué punto Rubén Darío Giustozzi (de prolífico tránsito por
Florida, EE.UU., y que ganó a los tumbos en su propio distrito), Alberto
Fernández (otrora recalcitrante nestorista y salpicado de sospechas a los ojos
de la opinión pública) y Mónica López (legisladora ex denarvaísta con demasiado
para ocultar y muy poco para mostrar) pueden contribuir a solidificar el
respaldo obtenido. O si, en contrario, agigantan el flanco débil de su
mandamás.
Finiquitada la
construcción abstracta del proceso electoral, la realidad regresará para
recordar a todos su vigencia. A partir de este momento, el taciturno
empresariado desoirá las razones que otrora exhibía para someterse a las
bravatas de Guillermo Moreno y Axel Kicillof; los mercados paralelos se
atreverán a operar más libremente, pivotando desde la zona de confort pergeñada
por las Primarias; y, por cierto, la mecánica política le pondrá el moño a la
coyuntura para conmemorar un ensordecedor vaciamiento del FPV. Escenografía en
donde también habrá que computar el trabajo de numerosos magistrados que,
envalentonados, procederán a asfixiar sin piedad a los mejores hombres de
Cristina.
"No es una
elección nacional", bramaron muchos -desde ambas veredas.
Desgraciadamente, la Presidente prefirió nacionalizar la refriega. Así le fue.
Ahora, sólo resta
diagramar los alcances reales de su venganza, que pagaremos todos. A este
respecto, pocas dudas quedan.
Matías E. Ruiz
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