MAYOR ESTATISMO
MENOS ESTADO.
Por Jorge R. Enríquez (*)
La Argentina tiene pésimos servicios públicos, es deficitaria en energía, exhibe un transporte ferroviario y subterráneo penoso -con consecuencias a veces trágicas-, deteriora cada año la calidad de su educación, presenta alarmantes niveles de inseguridad. En fin, revela que tiene un Estado ineficiente, incapaz de cumplir adecuadamente sus funciones más elementales.
Al mismo tiempo, ese Estado bobo y amorfo se expande, abarca nuevos sectores, expropia empresas privadas, crea una Entel celular, ahoga la iniciativa de los particulares, somete a empresarios y ciudadanos comunes a engorrosas regulaciones.
En otras palabras, padecemos de mayor estatismo y de menos Estado.
El estatismo no es una tendencia deseable.
Lo hemos sufrido los argentinos durante muchas décadas, con resultados calamitosos.
Como somos ciclotímicos, como pasamos de un extremo al otro, en los años noventa se aplaudió el retiro abrupto y sin red del Estado, de la misma forma como ahora vastos sectores (algunos de los cuales formaron parte de la fiebre privatizadora de los '90, como los Kirchner) ven con buenos ojos este neoestatismo, quizás peor que el de otras épocas, porque aquél era ineficiente pero pretendía fundarse en normas y éste sólo nace del capricho de la reencarnación femenina de algún arquitecto egipcio.
Por ende, cuando recuperemos la República, deberemos recuperar también al Estado y desterrar este peligroso virus del estatismo.
Es imprescindible un Estado que ejerza las competencias esenciales e indelegables que le son propias, que fije marcos regulatorios, que controle, que estimule la economía sin asfixiar a la iniciativa privada, verdadero motor de un capitalismo avanzado con contenido social.
Por eso el modelo alternativo al "relato", entiendo que debe ser el de una sociedad basada en el trabajo libre, la empresa y la participación, que no se opone al mercado, pero que exige que este sea controlado por el Estado de manera que garantice la satisfacción de las exigencias fundamentales de la sociedad.
Un Estado meritocrático, con funcionarios bien pagos elegidos en base a sus antecedentes y su idoneidad, y no por ser amigos del poder.
Por ende, cuando recuperemos la República, deberemos recuperar también al Estado y desterrar este peligroso virus del estatismo.
Es imprescindible un Estado que ejerza las competencias esenciales e indelegables que le son propias, que fije marcos regulatorios, que controle, que estimule la economía sin asfixiar a la iniciativa privada, verdadero motor de un capitalismo avanzado con contenido social.
Por eso el modelo alternativo al "relato", entiendo que debe ser el de una sociedad basada en el trabajo libre, la empresa y la participación, que no se opone al mercado, pero que exige que este sea controlado por el Estado de manera que garantice la satisfacción de las exigencias fundamentales de la sociedad.
Un Estado meritocrático, con funcionarios bien pagos elegidos en base a sus antecedentes y su idoneidad, y no por ser amigos del poder.
Una administración pública de carrera y profesional es también un límite a la arbitrariedad de los gobiernos.
Pero no es ese el camino por el que la Argentina marcha y nada indica que en los próximos años se vaya a apartar de esa senda de decadencia.
La llave para el cambio la tendremos los ciudadanos cuando votemos en 2013 y 2015.
(*) El autor es abogado y periodista.
Viernes 14 de setiembre de 2012
Pero no es ese el camino por el que la Argentina marcha y nada indica que en los próximos años se vaya a apartar de esa senda de decadencia.
La llave para el cambio la tendremos los ciudadanos cuando votemos en 2013 y 2015.
(*) El autor es abogado y periodista.
Viernes 14 de setiembre de 2012
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