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viernes, 10 de agosto de 2012

Un profundo significado.

NO LO QUIERAN SABER, 

NO LE PREGUNTEN A NADIE

por Jorge R. Enríquez (*)


En la Argentina de nuestros días, signada por el imperio de un férreo unicato, en donde la subjetividad de quien manda está por encima de la ley e impera el hermetismo en la toma de toda decisión gubernamental, la frase que acuñara en sus relatos futbolísticos el periodista uruguayo Víctor Hugo Morales (“no lo quieran saber, no le pregunten a nadie”) cobra un profundo significado.
Ironías del destino: esa expresión ahora es la que le calza a su medida, al saltar a la luz aspectos de su secreto pasado ideológico.
En su edición del viernes pasado, la revista "Noticias" anticipó un libro de reciente publicación en el Uruguay titulado :

"Relato oculto", 
en el que dos periodistas de ese país realizan una suerte de biografía no autorizada del reportero oriental.
El tema fue abordado también por Jorge Lanata en su popular programa de los domingos a la noche, con lo que adquirió una notoria difusión.
¿Qué revela el libro? 
Que Morales tuvo aceitados vínculos con militares durante la dictadura que nuestro país hermano sufrió desde los años setenta hasta mediados de los ochenta.
Varios testigos narran que Morales, entonces un afamado relator deportivo en el Uruguay, jugaba al fútbol los sábados en el Batallón Florida, uno de los centros de detención de presos políticos, junto a altos oficiales de esa unidad, con los que luego confraternizaba en asados y salidas nocturnas.
Los testimonios quedan confirmados con un audio en el que se escucha la inconfundible voz de Víctor Hugo Morales en un acto en el que fue invitado a hablar con motivo de la despedida de un mayor de apellido Grosso, que emprendía un viaje profesional a la India. Las palabras de Morales trasuntaban no sólo afecto sino gratitud hacia el militar, por cuanto, según dijo, varias veces lo habría ayudado a él y a su familia.
Estas cordiales relaciones se daban en épocas de dura represión de opositores políticos.
¿Qué hizo el ahora relator oficial ante tan clara evidencia de su cercanía con una dictadura?
 Lo mismo que sus actuales líderes, los Kirchner: atribuyó todo a una operación de Héctor Magnetto y del Grupo Clarín. Peor aún, quiso lastimarlo a Lanata recordándole su enfermedad, los "aparatos" de los que debe valerse y lamentó que hiciera esto en la "última parte" de su vida.
Sin embargo, más allá de esos ataques "ad hominem" y de baja estofa, no negó los hechos. 
A lo sumo, trató de relativizarlos diciendo que sólo había jugado dos veces al fútbol en ese batallón, lo que no es verosímil si se leen los circunstanciados y detallados relatos de testigos de aquellos encuentros amistosos.
También se desmiente en el libro que la salida de Víctor Hugo del Uruguay, en 1981, haya tenido nada que ver con cuestiones políticas. Estuvo unos dias preso, sí, pero por una trompada que le dio a un vecino, quebrándole el tabique nasal, cuando quiso separarlo por una pelea en un partido de fútbol. 
Es decir, un episodo meramente policial, muy poco honroso.
Más aún, en artículos periodísticos publicados durante el Mundial 78 - se sabe ahora - elogió encendidamente al almirante Carlos Lacoste y, según Noticias, al propio general Jorge Videla.
Toda persona tiene el derecho a cambiar de ideas, a condición de que no lo haga por adherir a la cultura del oportunismo o por estar siempre cerca del fuego recalcitrante que todo lo puede financiar.
Respecto de sus valoraciones de un gobierno determinado, en especial de una dictadura, puede incluso decir que no tenía en el pasado todos los elementos de juicio necesarios. Lo que ocurre aquí es que Morales se convirtió en un incondicional propagandista de un gobierno que descalifica a cualquiera que haya tenido un contacto aunque fuera técnico o profesional con gobiernos de facto.
¿Qué no habría dicho el aparato de propaganda K si estas revelaciones se hubieran publicado, por ejemplo en 2008, antes de que el relator, entonces crítico del gobierno kirchnerista, se pasara abruptamente con armas y bagajes al bando oficial?
En un reportaje concedido a la revista "Libre" en 1981, Morales declaró que no tenía siquiera el número de teléfono de un militar uruguayo. 
En sus magníficos relatos de fútbol, suele usar esa frase que se ha hecho popular: "No quieran saber, no le pregunten a nadie". Dos periodistas uruguayos quisieron saber y les preguntaron a algunos. Lo extraño es que todo esto no se haya sabido antes.

UN CURIOSO "VATALLÓN"
Esa misma consigna que veda toda posibilidad al conocimiento de algunos episodios sumamente perniciosos para la salud de la República es aplicable también al caso del denominado “Vatallón Militante”, curiosa agrupación que recluta a sus miembros entre los presos de las distintas cárceles del país.
Desde que trascendieron las salidas de algunos de ellos para participar de actos kirchneristas, la opinión pública reaccionó con sorpresa, incredulidad e indignación.
El ministro de Justicia y el inefable senador Aníbal Fernández quisieron presentar esas salidas como prácticas destinadas a facilitar la reinserción social de los condenados. Por cierto, todo lo que se haga con tal propósito, si es racional y no pone en peligro a la sociedad, es bienvenido.
Se ha pretendido justificar esas irregularidades con la burda excusa de que se trataría de actos "culturales". En el sentido antropológico del término, toda actividad humana es cultural. En la acepción más restringida, propia del lenguaje común, cuesta encontrar entre las procacidades y expresiones vulgares, de escaso ingenio, que ilustran los propósitos de esa insólita asociación, elementos que eleven el espíritu a través de las manifestaciones superiores del arte o del pensamiento.
El problema es que se hace pasar por salidas "culturales" lo que a todas luces son participaciones en actos partidarios.
Nadie cuestiona que, en el marco de las leyes y reglamentos penitenciarios, los condenados puedan progresivamente tener condiciones más flexibles y salidas transitorias, transcurrida más de la mitad del término de cumplimiento de la pena, siempre que su buena conducta y demás factores que corresponde evaluar, así lo aconsejen. 
Pero pareciera que el "Vatallón", que no es una ONG sino uno de los tantos brazos del kirchnerismo, consigue que quien se preste a ser "militante" de esa causa pueda sortear cualquier obstáculo legal.
¿Tienen los presos que no se adhieren a "Vatallón Militante" los mismos derechos que quienes disfrutan del calor oficial? ¿Hace a la "resocialización" el adoctrinamiento partidario? 
¿Es plenamente libre de consentir o rechazar esa filiación política una persona que se halla detenida, quizás con la perspectiva de una larga condena por cumplir?
Las dudas que genera la revelación de estos hechos escandalosos crecen a medida que transcurren los días y se suceden las explicaciones confusas y contradictorias de los funcionarios.
 No ayuda a despejar ese generalizado clima de preocupación el antecedente de un oficialismo que promovió una asociación de barras bravas y de una presidente de la Nación que, hace pocas horas, irónicamente durante un acto vinculado a la seguridad en el fútbol, se refirió a tales sujetos de un modo afectuoso, sólo atribuible a una profunda ignorancia de la realidad, si descartamos razones mucho más peligrosas.
(*) El autor es abogado y periodista Viernes 3 de agosto de 2012
Dr. Jorge R. Enríquez
jrenriquez2000@gmail.com 
twitter: @enriquezjorge 

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