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jueves, 28 de febrero de 2013


2013


El Gobierno 

quiere tener 
una Justicia 
domesticada.
Fuente :

CLARIN- OPINIÓN
Por:
JORGE R.
ENRÍQUEZ
Abogado

CONSEJERO
DE LA 
MAGISTRATURA
DE LA CABA.


La presidenta Cristina Kirchner viene reclamando la “democratización” de la Justicia. Su gobierno tiene una especial maestría para resignificar palabras: el propósito de acallar disidencias se enuncia mediante la apelación a “la pluralidad de voces”.

El Poder Judicial, en nuestra Constitución, es democrático, porque los jueces son designados en última instancia por el pueblo, aunque de manera indirecta. Salvo en algunos Estados de los Estados Unidos, es muy raro que los jueces sean electos popularmente: no es propio de los magistrados hacer campañas ni promesas electorales. En cualquier caso, ese objetivo requeriría una reforma constitucional, hoy improbable. Pero el oficialismo puede usar su holgada mayoría en el Congreso para promover reformas legislativas que afecten la independencia judicial, como lo hizo en 2006 -a instancias de la senadora Cristina Kirchner- para reforzar el componente político en el Consejo de la Magistratura, alterando inconstitucionalmente el equilibrio previsto en el artículo 114, C.N.

Estas decisiones compulsivas del kirchnerismo, al afectar la autonomía de la justicia, aumentan el deterioro institucional del país. Poco les importa que nuestra Nación siga retrocediendo en esta materia y se aleje cada día más de tener una justicia independiente como hace a una verdadera República.

También se alega que los jueces no pueden “alzarse” contra las decisiones de los órganos políticos, desconociendo la legitimidad del control judicial de constitucionalidad, que viene ejerciéndose en la Argentina desde hace 150 años. Prescindir de una ley porque es inconstitucional es una decisión “contramayoritaria”. Por lo tanto está muy bien que así sea: ni una amplia mayoría legislativa tiene el derecho de violar la Constitución.

“Democratizar”, en la neolengua del kirchnerismo, es conseguir jueces dóciles y terminar con la República. Y eso, por el bien de todos los habitantes de este país, no debemos admitirlo para poder seguir viviendo en una verdadera democracia.

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