EL CUERPO
PERO ...
NO CAMBIA
SU CONCIENCIA
Por : Carlos Berro Madero.
“Los vacíos en el conocimiento de nosotrosmismos nos hacen víctimas de la enfermedad”,
dice en forma concluyente Deepak Chopra.
Y agrega: “perder la conciencia es perderinteligencia y el dominio sobre el producto final
de la misma: el cuerpo humano”.
La Presidente ha escalado a un nivel irracional con sus“ametrallamientos” verbales, dirigidos contra cualquier sombra que se le ponga “a tiro”.
En una sin igual competencia consigo misma, desconoce cuáles sentimientos personales debiera mostrar y cuántos de ellos le resultaninútiles para cambiar una realidad negativa para ella, forjada con su difunto marido a través de políticas imprudentes y absurdas.
Se ve claramente que desconoce las reglas básicas de la“comunicación” sin poder manejar su naturaleza personal y la empatía con los demás.
Se ha convertido así en una “fusilera”
inmisericorde.
No hay nada que la contenga: carga el arma y gatilla.
El repudio de la sociedad le está llegando como la pleamar hasta los tobillos, porque no atina a componer una imagen “popular” que resulte
atractiva para quienes no cesan de demostrarle que están hartos de su gobierno, de sus funcionarios y de ella misma.
La incomodidad que la ciudadanía comienza a sentir con ella es “física”.
Se la percibe exaltada, agresiva, incoherente y los estados de ánimo de la gente ante estas señas visibles, no permiten distinguir con claridad la diferencia entre lo positivo y lo negativo de su gestión.
Ha logrado que se haya estrechado el círculo de lo “aceptable”cuando se juzga la misma y no se entiende cómo sigue rodeada de
algunos impresentables que solo esquivan a la justicia por algún misterio
de la “democratización” (sic) de la misma, que existe, pero…a favor de ellos.
Algunas personas son más susceptibles al contagio emocional.
La Presidente es así y está demostrando sufrir lo que los psiquiatrasdenominan “incompetencia social”.
Aqueja por lo general a personas acomplejadas, que tienen en su fuero íntimo un gran temor de no interesar realmente a nadie y suelen reír o
enojarse en los momentos más inoportunos.
Ello puede deberse a que no se les enseñó los rudimentos de la “cortesía social” cuando eran
jóvenes, o porque tienen una natural incapacidad para aprenderla.
Cristina no sabe cuándo poner fin a un discurso o a sus nuevos “chiches”, los “twitt”, sin tener jamás en cuenta las prematuras señales de “despedida” que le está enviando gran parte de la sociedad cadavez que habla.
Está tan enamorada de sí misma que sus alocuciones se centran constantemente en ella misma, sin el menor interés por enterarse de lo que piensan los demás.
Los psicólogos suelen hablar de una enfermedad que denominan “disemia” (“dis”, dificultad y “semes”, que significa señal), que es una
incapacidad de aprendizaje y comprensión de los mensajes no verbales que se reciben, señala Daniel Goleman.
Cristina está hoy aislada, ansiosa y desconcertada.
Malinterpreta todo y desconoce las verdaderas raíces del malhumor social: para ella todo se
trata de una “incomprensión” de quienes no valoran suficientemente el supuesto mundo de “buenaventura” que nos han procurado ella y su
difunto marido.
Y creyendo que podrá imponer finalmente sus verdades, pone el cuerpo sin cambiar su conciencia, por lo que corre el serio peligro de
enfermarse. Si ya no lo está.
¿Existirá alguien de su entorno que tenga el valor de explicárselo por su propio bien, provocando un cambio de sus actitudes?
¿O están todos tan “jugados” que no tienen más remedio que llegar, aunque sea con muletas, hasta el final explosivo de un fracaso que ellos
mismos están construyendo?
carlosberro24@gmail.com
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