Curiosa
Encuesta
Por :
Enrique Guillermo Avogadro.
El vicio inherente al capitalismo es el desigual reparto de bienes.
La virtud inherente al socialismo es el equitativo reparto de miseria”.
Winston Churchill.
Existe una viejísima comparación que describe a los
estadounidenses, individualmente, como inocentes, crédulos, ilusos, aburridos,
cándidos, etc., mientras que, a la vez, pinta a los argentinos –sobre todo, a
los porteños- como vivillos, ranas, rápidos, imaginativos, creativos, piolas,
etc. Todo termina cuando pensamos que los norteamericanos, todos juntos,
hicieron ese país, mientras que los argentinos, también juntos, terminamos con
el nuestro.
Ante la sinrazón de la política
exterior del Gobierno, que nos ha llevado a un curioso alineamiento con Irán,
propongo realizar una encuesta nacional con una sola pregunta: hoy, ¿dónde
usted preferiría vivir? ¿En Venezuela, Nicaragua o Bolivia, o en Estados
Unidos, Canadá, Chile, o Brasil?
Estoy convencido que ni los más
fervientes fanáticos, esos que forman la legión de los aplaudidores permanentes
de la Casa Rosada, elegirían compartir las miserias que los populismos
chavistas se han concertado para generar en sus países, cada vez más empobrecidos
por políticas nefastas y teorías económicas trasnochadas y fracasadas. Creo
que, si se abriera la posibilidad de la emigración masiva a algunos de nuestros
vecinos continentales, ni Milagro Sala, Pérsico o D’Elía conseguirían evitar la
deserción de sus bases.
Entonces, ¿de qué
estamos hablando cuando mentamos al progresismo vernáculo, que es lo opuesto al
progreso? ¿Por qué razón los argentinos continúan votando, desde hace décadas,
a políticos que sólo buscan perpetuarse y enriquecerse desde el poder? ¿Por qué
no exigimos que nuestros terribles impuestos y la monstruosa recaudación del
Estado se apliquen a mejorar la educación, la salud, el transporte, la energía,
etc., y no terminen, como hasta ahora, en los bolsillos de estos próceres de
pacotilla, con voluntad de eternizarse?
No puede ser sólo
por el “sálvese quien pueda” porque, en general, son muy pocos los que lo
consiguen, y esto es archiconocido. Cuando se deteriora tanto el nivel cultural
de una sociedad, ésta lo sufre en su conjunto, ya que le impedirá progresar y
desarrollarse; y lo mismo sucede con el estado sanitario. Cuando un país carece
de infraestructura adecuada y de energía suficiente, retrocede rápidamente, ya
que pierde competitividad, sus costos escalan, se reducen los puestos de
trabajo o no se crean nuevos y, en general, los bienes y servicios que se
ofrecen a la población empeoran. Si es así, ¿por qué creemos tan
fervientemente en la necesidad de contar con una línea de bandera (la mayoría
de los grandes países no la tienen) que subsidia los viajes de los ricos en
lugar de destinar esos fondos -¡tres millones de dólares diarios!- a mejorar
los ferrocarriles y los colectivos? ¿Por qué nos enzarzamos en una discusión
inútil acerca del “Fútbol para Todos”, que tanto nos cuesta en viviendas,
escuelas y hospitales no construidos, en vez de exigir que la publicidad en las
transmisiones se abra a los privados? ¿Por qué permitimos que, en lugar de
subsidiar a los usuarios pobres del transporte público, se regale dinero a las
empresas, que no invierten y cada día asesinan a nuestros compatriotas? Obviamente, la lista
de incongruencias en nuestro imaginario social podría extenderse muchísimo más
allá de lo que permite la brevedad de esta nota, pero usted, sufrido lector,
podrá completarla con nuevos ejemplos. Si tantos argentinos
quisiéramos, como creo, vivir en un país serio y normal, ¿por qué nos
resignamos a que esta caterva de políticos que hemos generado –ninguno salió de
un repollo- transforme nuestra vida cotidiana en miserable, sin seguridad, con
drogas, con muertes, con inflación, a oscuras, cada vez más abajo en todas
aquellas categorías que convierten la existencia en algo digno? ¿Por qué no
damos un salto cualitativo, escogiendo con cuidado a nuestros representantes? ¿Por qué no optamos por quienes ofrezcan construir, con seriedad, con
curriculum y sin prontuario, esos puentes hacia el futuro?
Esta semana, como
tantas otras en el pasado reciente, tendremos una prueba de fuego para nuestros
diputados, que los senadores ya reprobaron. El oficialismo llevará al recinto,
luego de un rápido paso por las comisiones adictas, el proyecto de ley que transforma
el memorándum firmado con Irán en un tratado y, como tal, le daría rango
constitucional. Si es aprobado, como cree el Chivo Rossi que sucederá, Argentina
habrá atado su suerte a la de un país del cual todas las democracias
occidentales reniegan, que abjura de los derechos humanos, que ha atentado
contra nuestro territorio y nuestros ciudadanos y que, si pudiera, destruiría a
Israel.
¿Para qué todo eso? Carlos Pagni, tal vez el mejor analista del país, esbozó una teoría esta
semana: doña Cristina está intentando convertirse en árbitro de un conflicto,
que imagina inminente, entre Rusia e Irán y Estados Unidos e Israel. Si fuera
así, la megalomanía habitual de nuestra señora Presidente se habrá transformado
en una patología sumamente peligrosa, tanto para ella misma cuanto para los
demás, los cuarenta millones de argentinos.
Baste recordar que un error de
diagnóstico, no falso protagonismo, llevó al Gral. Perón a creer en la
inmediata deflagración de una guerra entre el Occidente capitalista y el mundo
comunista, y el precio que, en materia de aislamiento internacional tuvo que
pagar la Argentina por él.
El cristinismo ha
logrado, como ya lo hizo con la clase media, los sindicatos, el campo, etc.,
poner en contra suya a toda la colectividad judía, cuyo poderío económico nadie
ignora, que ha unificado su voz por primera vez en mucho tiempo. ¿Qué sentido tiene
pegarse un tiro en el pie todos los días? ¿No le basta con el malhumor que
produce la siempre negada inflación, los controles de precios, el cepo al
dólar, la humillante exhibición de impunidad de los funcionarios?.
Esto, sin duda, es
escupir al cielo, pero muy cortito. Todo hace que, con cada paso, el Gobierno
se ensucie más.
Enrique Guillermo Avogadro.
Abogado.
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