El deporte
de alterar
las premisas.
Por :
Alberto Medina Mendez.
Es difícil explicar porque gente que “parece” inteligente toma argumentos lineales para defender posiciones, en vez de tomarse la tarea de profundizar en la cuestión y buscar argumentos mas sólidos para eventualmente explicar lo que piensan.
Esa actitud implica renunciar a la esencia del ser humano. Y aunque algunos lo sigan haciendo, vale la pena resistirse y honrar esa oportunidad.
Algunos individuos prefieren inventarse una
historia a su medida antes que conocer la realidad. Optan por hacer una
interpretación lineal de cada hecho del pasado y proyectar el futuro con la
misma simplicidad.
Una de las características que mejor define al ser humano, es su capacidad de razonar, de pensar, de analizar todo con determinada profundidad, y es incomprensible el modo que han elegido algunos abandonando esta virtud, esta posibilidad que los hace mejores, únicos e irrepetibles.
Una de las características que mejor define al ser humano, es su capacidad de razonar, de pensar, de analizar todo con determinada profundidad, y es incomprensible el modo que han elegido algunos abandonando esta virtud, esta posibilidad que los hace mejores, únicos e irrepetibles.
En la política, como en tantos otros ámbitos de la
vida cotidiana, están los que prefieren animarse a razonar y merodear la
verdad, pero también los otros, esos que prefieren invertir la dinámica del
razonamiento.
Es notable observar como gente
pretendidamente inteligente, y que de hecho lo parece, ha caído en la trampa
que le proponen los mercantilistas del juego comunicacional.
Ellos utilizan lo que conocen, porque saben que existe
una demanda de razonamientos pre elaborados que precisan para contrarrestar lo
que resulta evidente, y en ese juego, han desarrollado una industria,
económicamente muy rentable dicho sea de paso, para que algunos que abandonaron
su oportunidad de pensar por sí mismos, solo compren premisas falsas que sustentan conclusiones
idénticamente falaces.
La tentación de algunos es muy fuerte.
Después de todo es más fácil no tener que pensar que hacerlo.
A los que compran argumentos preconcebidos habrá que recordarles que en el camino dejaron la dignidad, y sobre todo que renunciaron a la posibilidad de tener su propia visión, y enriquecerse en el proceso de recorrer alternativas diferentes.
A los que compran argumentos preconcebidos habrá que recordarles que en el camino dejaron la dignidad, y sobre todo que renunciaron a la posibilidad de tener su propia visión, y enriquecerse en el proceso de recorrer alternativas diferentes.
Que muchos seres humanos, hayan elegido dejar de lado
esa alternativa preocupa, pero más aun preocupa que los manipuladores del
discurso hayan conseguido instalar la idea de que pueden pensar por los demás.
Mucho de esto se ve a diario. La industria de la reflexión elaborada está más
vigente que nunca, y parece que vino para quedarse.
Esa actitud implica renunciar a la esencia del ser humano. Y aunque algunos lo sigan haciendo, vale la pena resistirse y honrar esa oportunidad.
Cuando se observa que algunos solo repiten lo que
otros ya dijeron, sin aportarle ni un centímetro de impronta propia, tal vez
sea tiempo de dudar de sus conclusiones.
Al menos eso permitirá revisarlas, chequear que en el camino no se hayan
colado supuestos falsos, como habitualmente hacen los que pretenden operar con
la verdad.
Hay que tomarse la tarea de reflexionar, de meditar,
de pensar, de arriesgarse a encontrar conclusiones equivocadas, o fácilmente
rebatibles, o inclusive a no encontrar una muy sólida.
De eso se trata, de tomar ciertos riesgos. No siempre
se puede conseguir una conclusión que encaje con la visión previa.
Los hechos, la historia, los personajes no siempre
hacen lo esperado, ni dicen lo correcto.
Tiene que ver con que el ser humano es
imperfecto, no siempre logra ser consistente, y suele ser claramente
contradictorio, lo que no impide que de tanto en tanto pueda asumirse esa
cualidad propia con cierta hidalguía.
Cuando
se deja de pensar por sí mismo, se corre el riesgo de convertirse en masa, en
parte de la manada, en algo que no tiene individualidad, y eso es la negación
misma de la especie.
Que muchos hayan claudicado, que hayan cedido su
juicio al discurso general, solo porque algunos lo repiten muchas veces y
disfrazan con cierta habilidad sus propios relatos, no significa que haya que
imitarlos.
Que algunos principios defendidos durante mucho tiempo
se desmoronen o encuentren explicaciones distintas a las que se sostuvieron
siempre, no significa que se haya perdido el debate, en todo caso se ha ganado la chance de ajustar las ideas a lo
posible, a lo real y se ha comprendido el presente con mayor claridad.
Claro está que algunos solo quieren ganar la pulseada
panfletaria, para salir del paso y otros, con más ambición ciudadana, entender
realmente lo que pasa y la sociedad en la que viven.
Lástima que algunos arrancan desde las conclusiones.
Las eligen, las seleccionan y pretenden imponer su discurso discutiendo a
diario con una impostada solvencia cuando en realidad solo saben jugar el
deporte de alterar las premisas.
Alberto Medina Lástima que algunos arrancan desde las conclusiones. Las eligen, las seleccionan y pretenden imponer su discurso discutiendo a diario con una impostada solvencia cuando en realidad solo saben jugar el deporte de alterar las premisas.
Alberto Medina Méndez.
Alberto Medina Lástima que algunos arrancan desde las conclusiones. Las eligen, las seleccionan y pretenden imponer su discurso discutiendo a diario con una impostada solvencia cuando en realidad solo saben jugar el deporte de alterar las premisas.
Alberto Medina Méndez.
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