Guerra total.
Enrique Guillermo Avogadro .
“La guerra total tiene mil frentes; en tiempos de una guerra así, todo el mundo está en el frente, aunque nunca haya pisado una trinchera ni disparado un solo tiro” Ryszard Kapuściński.
¿Qué significa pensar en la guerra?
La realidad de la guerra no es sino un mundo
de máxima y maniquea reducción que elimina
todos los colores intermedios, suaves y
cálidos, para reducirlo todo a un agudo y
agresivo contrapunto, al blanco y al negro, a
la más primitiva lucha entre el bien y el mal.
¡Nadie más cabe en el campo de batalla!
Tan sólo el bien, es decir, nosotros, y el mal,
o sea, lo que se enfrenta a nosotros, y lo
que metemos al por mayor en la nefasta
categoría de “enemigo”.
Obviamente es así en el onírico universo
construido por la señora Presidente y
alrededor de ella, en ese escenario donde la
permanente confrontación es el
instrumento elegido para lograr el objetivo
final.
Éste, tal como lo explicó en su discurso del
lunes pasado en Tucumán, mientras
festejaba el tiempo transcurrido desde el
venturoso 25 de mayo de 2003, se define a
la unidad nacional, tan deseada, como el
encolumnamiento de todos los argentinos
detrás del virtuoso “modelo”.
A partir de allí, quienes no se sumen a su
histórica gesta son y serán combatidos con
todos los medios del Estado, siempre al
desembozado alcance del deseo imperial.
Al masivo y abusivo uso de la cadena nacional de radio y televisión -¿no le recuerda a Goebbels, Ministro de Propaganda de Hitler?- se sumó ahora la pública confesión de un delito, la violación del secreto fiscal, y la transparente y obscena utilización de todos los medios disponibles, sean legales o no, para someter a esos adversarios que, en el imaginario de doña Cristina y sus secuaces, combaten contra la pretensión de “venezuelizar” a la Argentina.
Su amigo y socio en oscuros negocios, el
papagayo caribeño, comete, desde hace
años, los mismos estropicios en su pobre
país.
El sistema de gobierno de don Hugo Chávez
Frías, y su objetivo de perpetuar su
“socialismo del siglo XXI” en el poder, ha
incluido siempre la persecución a la prensa
independiente, el encarcelamiento y la
Congreso y el sometimiento de la Justicia,
rodeándose de unas fuerzas armadas cuyo
generalato ha sido corrompido hasta el
tuétano, con prebendas y asignación de
cuotas en el mercado de las drogas.
La viuda de Kirchner, inspirada por el Chino
–por aspecto y por ideología- Zanini, no ha
llegado aún a esos extremos, pero va en
camino de hacerlo. Mientras tanto, la
ciudadanía no ha tomado conciencia y mira,
impertérrita, cómo se avanza en el proceso
de cambiar la Constitución que nos rige –aún
la que surgió de la reforma de 1994- por
otra, que implante conceptos tales como la
limitación a los derechos personalísimos,
incluido el de propiedad. Si bien hoy la
matemática, que requiere de dos tercios de
las cámaras legislativas para resolver la
necesidad de la modificación, no parecen
favorecerle, no hay que descartar que
reverdecidas banelcos vuelvan a funcionar
para convencer a los más díscolos: el ex Hº
Congreso ha perdido, en estos años, cuanto
pudo tener que mereciera ese tratamiento.
Ese es el objetivo, y no otro.
Todo lo demás sólo sirve para un propósito:
permitir que la dinastía política fundada por
doña Cristina –el “kirchnerismo” está tan en
el arcón de los recuerdos molestos como el
mismo peronismo- logre imponer su voluntad
de transformación, traspasando el mando,
cuando ello ocurra, a alguien capaz de
continuar en ese camino.
Vuelvo a recomendar, para entender qué
pretende este grupo que rodea a la señora
Presidente, “El Partido: secretos de los
líderes chinos”, de Richard McGregor
(Turner, Madrid, 2011). Recalco que no se
trata, a mi entender, de una dinastía de
sangre sino política, por lo cual es inútil
mirar qué hacen Alicia, Máximo o hasta
Florencia Kirchner; el sucesor deberá ser
alguien elegido para perfeccionar aquí lo
mismo que el autor describe allí.
La concepción autoritaria, radial, unitaria y centralista del poder que el Gobierno ejerce se endereza sólo a ese propósito: terminar, para siempre, con el peronismo y todos los demás partidos, para que el “modelo” pueda ser ejecutado sin cortapisas de ninguna índole, sea ideológica, personal o territorial. El desconocimiento de los fallos de la Corte Suprema, la persecución a los medios independientes, la conformación de un conglomerado mediático sin precedentes, el abuso de la propaganda oficial, la pública demostración de la descarada utilización de la AFIP para la persecución de los díscolos o disconformes, el exilio de los amigos de don Néstor (q.e.p.d.) y la progresiva represión a los negocios de éstos, el sostenimiento a ultranza de repudiadas espadas -como donPatotín, don Guita-rrita, don Echegaray, don Anímal y varios más-, el férreo cerco a la información oficial, la negativa a dar conferencias de prensa, la utilización de los gobernadores para realizar el ajuste, inclusive la persecución y la eventual destrucción del campo, nuestra principal fuente de ingresos, no son tanto una muestra del desprecio que la “mesa chica” que rodea a doña Cristina siente por la opinión pública sino, principalmente, los instrumentos indispensables para que ese núcleo duro pueda actuar en el sentido indicado, es decir, la guerra total para transformar a la Argentina en lo que creen que debe ser.
Aunque continúe ausente reacción pública
de la clase media frente a tales abusos,
la construcción del futuro que anhela ese
grupete de iluminados tiene, todavía,
algunos condicionantes: la economía y el
control de la calle. Si ambos fallan, y la
torpeza y la ignorancia de quienes operan
–no conducen- la primera están indicando
que así será, la perpetuación del “modelo”
dependerá de la represión a la protesta
y, en ésta, todo le estará permitido.
Falta saber hasta qué extremos estarán
dispuestos a llegar en ese terreno; no
resulta inimaginable, hoy, un escenario de
violencia generalizada, con todas sus
previsibles consecuencias, y cuánto tienen
que ver con este planteo los pactos
firmados con los bolivarianos -que
permitirán acceder a las armas de Irán,
de Rusia y de China- es algo que está por
verse.
En otro orden de cosas, es literalmente
falso que el mundo se nos haya caído
encima, como le gusta repetir hasta el
cansancio a la viuda de Kirchner.
Por el contrario, los precios record que
está obteniendo la soja, la tendencia a
cero en las tasas de intereses
internacionales, la recuperación de Brasil
y el módico impacto de la crisis en
China e India, son signos claros del
viento de cola que aún infla las velas
de toda América Latina;
para demostrarlo, basta mirar alrededor
y observar cuánto pagan los demás países
Uruguay, Brasil, Chile, Perú, Colombia y
hasta Ecuador- por los préstamos que
obtienen a plazos de hasta treinta años y
pensar por qué la Argentina tiene el
mayor riesgo-país de la región y la
inflación más desbocada, superior
incluso a la de Venezuela.
El fracaso de los planes para la confiscada
YPF o la falta de recursos multilaterales
para infraestructura no se deben tanto a
los peligros que nuestro país exhibe frente
a los inversores sino a que cuanto aquí
expongo lo ven con absoluta claridad
analistas de todo el mundo, leídos
apasionadamente por quienes deciden
el destino de los monumentales fondos
que hoy buscan destino. Sin embargo, como
sucedió en la China de Mao, en la Rusia de
Stalin y en la Camboya de los Khmer o
sucede en la Cuba de Fidel Castro y en la
Venezuela de Chávez, en la medida en que
el individuo no es más que un objeto social,
su sacrificio, aún masivo, no es una
consideración que pueda desalentar a
quienes se sienten imbuidos de una fe
ciega en el destino colectivo de una
transformada sociedad.
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