EL REVISIONISMO, DOCTRINA OFICIAL.
La vocación autoritaria del kirchnerismo, que sólo la ingenuidad o la ignorancia pudieron hacer creer a algunos, a partir de ciertas frases edulcoradas de la primera mandataria, que se morigeraría en el tercer mandato de esa corriente política- se expresa también en la pretensión de imponer una visión única y uniforme de la historia argentina, una perspectiva en la que el:
Bien y el Mal. . . luchan entre sí, sin tregua a lo largo de nuestros dos siglos de vida independiente, y que culmina con el glorioso triunfo del Bien, representado por Néstor y Cristina Kirchner.
Para afianzar esa interpretación de la historia, la señora de Kirchner creó en las postrimerías del año pasado, mediante el decreto 1880/2011, el
"Instituto Nacional del Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano Manuel Dorrego". Vale la pena transcribir algunos de los considerandos de la medida:
“Que se ha elegido la figura del Gobernador Manuel DORREGO como símbolo de esta iniciativa, por ser un prócer caracterizado por su patriotismo, coraje y clarividencia, que lo llevaron a destacarse como pocos en las luchas de nuestra Independencia.
Abogó por la organización federal de nuestra Patria y representó los intereses de los sectores populares, como quedó demostrado durante su corta gestión como Gobernador de Buenos Aires. Su trágico final y las sangrientas consecuencias posteriores son un llamado a desterrar la intolerancia y la violencia de las prácticas políticas.
Por su parte, su impronta iberoamericana se reflejó en sus vínculos con Simón BOLIVAR, como así también, en sus esfuerzos para impedir la anexión de la Banda Oriental del Uruguay al Brasil”.
“Que el INSTITUTO NACIONAL DE REVISIONISMO HISTORICO ARGENTINO E IBEROAMERICANO “MANUEL DORREGO” no se abocará en exclusividad a la figura del mártir de Navarro sino a la reivindicación de todas y todos aquellos que, como él, defendieron el ideario nacional y popular ante el embate liberal y extranjerizante de quienes han sido, desde el principio de nuestra historia, sus adversarios, y que, en pro de sus intereses han pretendido oscurecerlos y relegarlos de la memoria colectiva del pueblo argentino”.
El texto es un ejemplo elocuente de maniqueísmo.
Repite los tópicos del revisionismo histórico sin matiz alguno.
El revisionismo fue una cierta forma de ver la historia argentina que pretendió cuestionar el relato supuestamente “oficial” asociado al liberalismo.
En sus orígenes, particularmente en la obra de Saldías, intentó comprender el período rosista sin esa mirada algo caricaturesca que, como reacción a la dictadura de Juan Manuel de Rosas, había prevalecido luego de Caseros.
Esa pretensión derivó ella misma en caricatura.
El revisionismo fue entonces la expresión de la interpretación de la historia argentina que enarbolaron los nacionalismos de derecha, en consonancia con el auge de los totalitarismos en el mundo.
Años más tarde, el nacionalismo de izquierda también rescató la figura de Rosas mediante la obra de autores como Jorge Abelardo Ramos, quien pasó de la filiación trotskista de sus comienzos a ser embajador de Menem en México durante sus años finales.
Jorge Luis Borges escribió alguna vez sobre el revisionismo, con su habitual agudeza:
“Ese pasatiempo consiste en ‘revisar’ la historia argentina, no para indagar la verdad, sino para arribar a una conclusión de antemano resuelta:
la justificación de Rosas o de cualquier otro déspota disponible”.
Tal es lo que ocurre ahora con este insólito decreto: por más que se reitere en sus fundamentos el adjetivo “científico”, la creación del instituto no propende a mejorar los estudios científicos de nuestra historia, mediante la investigación rigurosa, sino a difundir una visión concebida “ex ante”.
Es exactamente lo contrario del método científico.
Ya los buenos han sido elegidos, y también los malos.
De aquellos se menciona a algunos (no podía faltar Rosas, desde luego) y de estos no, pero el silencio sobre nombres tan potentes de nuestra historia es más que elocuente: no están Moreno, Belgrano, Rivadavia, Urquiza, Mitre, Avellaneda, Roca, Alem, Pellegrini; y no está, sobre todo, la “bestia negra” del revisionismo, Domingo Faustino Sarmiento.
Es curioso que el decreto insista tanto con el “federalismo”.
¿Qué entenderá por tal la Señora de Kirchner?
¿No advirtió aún que su gobierno y del de su marido fueron los más unitarios de la historia argentina?
También es irritante –
aunque ya no debería sorprender -
esa vocación por las teorías conspirativas. El que no piensa como ellos no es sólo alguien que, desde su punto de vista, está equivocado:
lo hace para defender oscuros intereses. Del mismo modo, pareciera que en esta mirada maniquea hay una violencia buena y una violencia mala.
¿Qué historiador “liberal” defiende el fusilamiento de Dorrego?
Pero nada dicen estos revisores de la historia . .
de los crímenes de La Mazorca,
que inauguró el terrorismo de Estado en la Argentina.
Pero allá cada uno con su visión de la historia.
Lo que resulta inadmisible es que sea el Estado el que pretenda imponer una visión, mediante el uso de recursos públicos.
El siempre ubicuo Pacho O´Donnell presidirá este engendro, en una más de sus tantas reencarnaciones.
Este psicoanalista, autor de algunas novelas (de “La seducción de la hija del portero” dijo Borges que no la había leído pero que el autor tenía indudable coraje por no haber escrito “encargado”) y en los últimos años sedicente historiador – dentro de esa tendencia que un historiador de verdad, Luis Alberto Romero, ha llamado “neorevisionismo de mercado” -, que ha sido izquierdista, alfonsinista, menemista, duhaldista y ahora kirchnerista, está muy bien elegido porque demuestra con su propia trayectoria lo compenetrado que está con el revisionismo constante de sus ideas.
Este mamarracho puede ser sólo un pasatiempo, como ironizaba Borges, pero puede ser también, como lo acota Beatriz Sarlo en un artículo en La Nación, algo peligroso, si la idea oficial es imponer en las escuelas esta caracterización burda de la historia en forma obligatoria.
(*) El autor es abogado y periodista
Viernes 6 de enero de2012
Dr. Jorge R. Enríquez
jrenriquez2000@gmail.com
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