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domingo, 17 de noviembre de 2013

Carta abierta. . .


2013





Me dirijo a Ud., Señor Senador don Aníbal Fernández. A usted, que con su acostumbrada y burlona soberbia asegura que la ley de derribo es un verso para el hombre común, que la acción de derribar un avión implica "la pena de muerte" del piloto "sin juicio previo" y que no está de acuerdo con esa postura.

la intrusión clandestina de sus espacios aéreos, de inmediato se intima al piloto para que proceda al aterrizaje y es recién ante su desobediencia que se lo derriba, como último recurso. Tal vez ignore Ud. que
 en los países serios, entre cuyas políticas de Estado se encuentra el combate encarnizado al narcotráfico, tienen absoluta y eficaz vigencia leyes que permiten -y ordenan- el derribo. 
Claro que ante la intrusión clandestina de sus espacios aéreos, de inmediato se intima al piloto para que proceda al aterrizaje y es recién ante su desobediencia que se lo derriba, como último recurso.
Y dudo que Ud. comprenda estos conceptos, dado que no es un hombre común como el firmante. Justamente en tal carácter, es decir, como hombre común -de lo cual me enorgullezco-, le aseguro que prefiero el derribo, aun con la posibilidad de muerte del piloto de un vuelo clandestino que trae droga y entra al territorio sabiendo de su delito y no desciende ante la orden de las autoridades, repito, prefiero su derribo a la muerte de miles de niños y adolescentes que cada año ocasiona la droga. No nos olvidemos que la Gendarmería fue retirada de las fronteras de la Patria y que el sistema de radares fue absolutamente desarticulado durante esta última década.
En resumen, sabrá comprender Ud., señor Senador, que me permito disentir absolutamente con sus intereses, ignoro -y prefiero seguir en la ignorancia- los motivos de su defensa de los delincuentes que ingresan droga en aviones clandestinos, pero es su criterio y debo respetarlo.
Tal vez, si Ud. ampliara y fundamentara su posición, podrían los ciudadanos comunes comprender el porqué de tal pensamiento. Aunque intuyo que eso nunca sucederá.
Y en realidad, no nos hace falta.
Finalmente, Sr. Senador, tenga en cuenta que si me opongo absolutamente a su pensamiento y disiento con su absurda posición, es sencillamente porque, como Ud. despectivamente afirma: Soy un hombre común.
En algo coincido con Ud.: Nos están haciendo el verso desde hace una década; sus comentarios forman parte de la lista.
Saludo a Ud. atte.
Juan Manuel Otero

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