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sábado, 18 de junio de 2011

Muchos lectores del Informador Público ENVÍAN COLABORACIÓN EN CUANTO A NOTAS QUE LES PARECEN DE VALOR, Y POR RESPETO A ELLOS ES QUE LAS INCORPORAMOS, SIN JUICIO PREVIO DE VALOR.




La impudicia y 
la justicia.




Por José Antonio Riesco


Los dichos del juez Eugenio Raúl Zaffaroni -para colmo miembro de la Corte Suprema de Justicia y ex presidente de la misma- son parte entrañable de la desvergüenza con que, invocando el cuento del “modelo”, se gobierna a este país como si fuera una toldería. 
Al pronunciarse públicamente sobre la situación procesal de las autodenominadas “Madres de Plaza de Mayo”, y en particular sobre la conducta de su titular, doña Hebe Pastor (ex de Bonafini), la afirmación de Zaffaroni importó, lisa y llanamente, una toma de partido: “No hay que confundir un error con un delito”.
De este personaje hay más de un antecedente. 
Con prestigio como jurista, 
-uno de los motivos, por los cuales Videla lo designó juez- ostenta la paternidad de la cátedra de derecho penal, donde predica a favor de la eliminación del código respectivo y también de las cárceles que, según dice y escribe,“no sirven para nada”Es el supremo sacerdote del “garantismo” que, llevado a sus extremos, se convierte en una alcahuetería de la delincuencia y sin piedad por las víctimas,
                 sean  hombres, mujeres o niños.



El juez Zaffaroni no disimula sus pasiones políticas. 
Quiere para el país un Parlamento a la inglesa y despotrica contra la Presidencia, con ingratitud porque, al menos en estos días, es donde tiene sus mejores amigos. 
Pero va más allá, ya que es público y notorio que trabaja en la campaña electoral para el insólito Amado Boudou, a veces ministro de economía. 
Se lo denunció, sin que lo negara, de haber montado un “comité” en su propio domicilio particular, y de esto sus colegas del Alto Tribunal no se dieron por notificados.
Por si fuera poco, desbordando los fueros, la independencia y pudores de magistrado, cuando estalló el gran escándalo “Schoklender”, sin esperar a que se inicien o avances los sumarios judiciales,
el Dr. Zaffaroni saltó a la palestra. 
Nada menos que tomando partido en el entuerto, y como un caballero medieval acudió a defender el honor de su dama. La Hebe, fundadora, jefa y vocero procaz de una fundación a quien el Estado le confió el manejo de $763 millones, como si fueran chirolas, y que la patota de los “derechos humanos” administró “ad usum nostrum”.
Seguramente el Dr. Zaffaroni tiene en claro que les tiró a los cerdos la dignidad de la Justicia al sumarse mansa y golosamente al furioso operativo marketinero con la consigna de “Salvar a la Hebe…!!” La lanzaron desde la “Corte”, no la preside el Dr. Lorenzetti, sino la élite de ex montoneros que, residentes en la Casa Rosada, rodean y asesoran a la Sra. Presidente. Por eso, si lo de “Schoklender y su Madre” fue un escándalo, la participación en semejante patoterismo por un miembro de la Corte Suprema, multiplica la dimensión del estropicio.                                                                               Del primero serán competentes los llamados “jueces ordinarios” (art. 116 CN), pero del segundo, del que es actor y autor el Dr. Zaffaroni, 
¿quién se hace cargo…? 
Y nada se arregla con eso que se escucha en los pasillos de los Tribunales, sobre que: 
a Zaffaroni “no hay que tomarlo en serio”.


Otros hubo que sí lo harían, aquellos honorables magistrados que en su tiempo presidieron o integraron el Máximo Tribunal:                 Gorostiaga, Bermejo, Figueroa Alcorta, Repetto, Casares, Orgaz, etc. Es posible que si se los interrogara sobre este caso, no dudarían en responder: 
"La Justicia no es perfecta, pero jamás una tilinguería”. Ni qué decir de los millones de jóvenes argentinos que, en el afán de buscar alguna ejemplaridad en los primeros niveles del Estado, acaso tengan la ocurrencia de preguntar: 


“¿Eso del juez de la Corte es lo que manda la Constitución?”

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