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domingo, 19 de febrero de 2012

ANCLADOS EN UN
MODELO AGOTADO.

por Jorge R. Enríquez (*)


El panorama político no es muy alentador por estas horas en la Argentina.



Por un lado, un gobierno nacional que, luego del respaldo obtenido en las urnas, ha aumentado su autoritarismo y su arbitrariedad. 
Por el otro, una oposición atomizada y confundida, que no atina a desplegar una acción coherente, que marque, aunque sea para un futuro hoy lejano, una alternativa seria y creíble.
Después de casi 9 años de gestión nacional, sería ingenuo esperar del oficialismo cambios sustantivos en su manera de actuar. 

Y si a esos 9 años les agregamos los aproximadamente 12 de gestión provincial que los precedieron, sólo quienes estén muy mal informados o padezcan un optimismo rayano en la negación de la realidad, pueden creer que el patrón de conducta del kirchnerismo ha de variar. 
Menos aún después de las elecciones.
Es humano persistir en los cursos de acción que nos han deparado éxito, y es igualmente humano perder, luego de años de trayectoria ascendente, la sensibilidad para percibir los cambios de circunstancias. La tendencia natural es imaginar que lo que ayer funcionó funcionará también mañana.
Pero las circunstancias están cambiando. 

Tanto el contexto internacional, mucho menos favorable que lo que ha sido en el decenio pasado, como el agotamiento de un "modelo" en el que el gasto público desbordado ya es insostenible, junto a la brecha surgida en estos años entre la inflación y la evolución del tipo de cambio, anuncian seguros sacudones para la economía argentina. Tal vez esos sacudones no desemboquen en una crisis, como en otras épocas, porque el valor de las materias primas que la Argentina exporta sigue siendo muy alto; pero sin dudas se traducirán en una detracción notoria de la actividad y en un freno a la creación de empleo.
Las últimas lluvias han morigerado los efectos de la sequía - lo que ha motivado la poco simpática reconvención de la presidenta a los dirigentes agropecuarios que piden ayuda económica al Estado -, pero, según los expertos, no completamente.
Todo ello implica que habrá una menor entrada de divisas. Ante esto, el gobierno reacciona como siempre, atacando los efectos y no las causas. Entonces se lanza a restringir importaciones y a perseguir, hasta con perros, a quienes portan dólares. El problema es que el grueso de las importaciones bloqueadas no corresponde a bienes suntuarios sino a insumos para la industria argentina, lo que refuerza las dificultades de la actividad económica.
Mientras tanto, la inflación sigue su curso, sin que el gobierno parezca tener otra receta para combatirla que el ancla cambiaria, es decir, la existencia de un dólar barato, política que ya se intentó en el pasado, especialmente durante la gestión de José Alfredo Martínez de Hoz, y que generalmente terminó con una megadevaluación, con efectos inflacionarios y una brusca caída del poder adquisitivo de los asalariados.
¿Cómo salir de este laberinto? 

De una manera que al kirchnerismo le costaría mucho instrumentar, porque va contra su ADN: generando confianza. 
¿Cómo se genera confianza?
 Respetando el Estado de Derecho, 
dando un marco de seguridad jurídica, brindando previsibilidad, actuando en base a reglas objetivas y no al capricho de los funcionarios, manteniendo la palabra empeñada, asegurando una justicia honesta e independiente, 
combatiendo la corrupción, cumpliendo los compromisos asumidos con otras naciones.
El oficialismo no lo hará porque prefiere la soltura de manejarse sin reglas; mejor dicho, con una sola regla, la de los emperadores romanos: la ley es la voluntad del príncipe.
En estos años, esta forma de actuar les ha dado mucho poder, que es la divinidad suprema ante la cual se inclinan. Pero la falta de inversiones de envergadura y de largo plazo tarde o temprano se hará sentir. Mejor dicho, ya se está sintiendo. Los ajustes y tarifazos que empezamos a padecer son el fruto de esa política de miradas cortas.
Asediada en el campo económico, la conducción kirchnerista multiplica los "relatos", cada vez más burdos, como el pergeñado respecto de Malvinas, guerra que Néstor Kirchner apoyó expresamente, al reunirse con militares en Santa Cruz -de lo que hay testimonios fotográficos-, y que en el cuentito oficial parece que hubiera sido rechazada briosamente por el matrimonio austral.
Pero la realidad siempre presenta su factura. Cuando llegue, ¿estará preparada la oposición? Es este uno de los principales interrogantes de nuestra democracia.
(*) El autor es abogado y periodista Viernes 17 de febrero de 2012
Dr. Jorge R. Enríquez jrenriquez2000@gmail.com
twitter: @enriquezjorge

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