2013
El dolor
de ya
no ser.
Por :
Enrique Guillermo Avogadro.
“La
gloria de los hombres
se
ha de medir siempre
por
los medios de que
se han servido para
obtenerla.François de la Rochefoucauld.
La diáspora que las elecciones
primarias continúan produciendo en las filas del oficialismo tuvieron su
fotografía más explícita en la reunión de empresarios convocada por doña
Cristina en Tecnópolis; las ausencias más notorias fueron las de Méndez, de la
UIA, y Brito, de la Asociación de Bancos, pero más de cien capitanes de la
industria faltaron a la cita. Ese gesto, impensable hasta julio, da cuenta de
la soledad en la que se encuentra un gobierno transformado en un pote de
yogurt, con fecha cierta de vencimiento, y del cual ni Gardel ni Lepera
pensarían que puede “Volver”. Si a ello se les suman los agravios que Patotín Moreno infirió durante años a esos
mismos invitados ausentes, la explicación resulta innecesaria.
El procesamiento del energúmeno
funcionario fue otra de las muestras de la pérdida de poder del kirchnerismo,
tan lejano a sus épocas de gloria, cuando todos se inclinaban a su omnímoda
voluntad. En el terreno de la Justicia, por supuesto aparte de las derrotadas
batallas contra la prensa, será donde se librarán las campañas futuras de la
banda de delincuentes que hoy nos gobiernan, aterrados ante un horizonte de
condenas que, seguramente, incluirán a sus hijos y parientes, comenzando por
los presidenciales, los “jaimitos” y la princesita del titular de la
AFIP, tan necesitada de movilización.
Desde el origen de la década ganada por tan pocos, don Néstor
(q.e.p.d.) y su viuda se exhibieron como víctimas de los gobiernos anteriores,
causantes de todos los males de la Argentina, que habían contraído obligaciones
que ellos debían afrontar. La actitud de quien tantas veces se autotituló abogada exitosa presenta dos opciones: ignora que los
compromisos asumidos por un gobierno obligan a su país, con prescindencia de
quien sea su presidente, o bien es una muestra más de la mala fe del relato. De allí la novedad de la semana en
la materia; decir, como lo hizo, que aceptó el gobierno sin beneficio de
inventario es una estupidez sin nombre, ya que no se trata de una herencia
privada sino de un rarísimo sucesorio que, pese a contener tantas bombas de
tiempo –como las que dejará el kirchnerismo- convoca a tantos voluntarios a
recibirlo.
Finalmente, una breve anotación para
la polémica calificación como década
ganada que otorgó doña
Cristina a la producción de leche: si bien la producción se ha incrementado, la
realidad indica que se ha producido a costa de una enorme concentración –como
ha sucedido en muchísimas otras ramas de la industria- que ha implicado la
desaparición del 90% de los tambos, con el consiguiente desarraigo de familias
rurales y la desocupación que eso entraña.
Dedicaré, ahora, unos párrafos a mis
sugerencias para la imprescindible renovación de la Justicia.
Sin pretender
dictar cátedra sino, simplemente, realizar propuestas para su discusión
inmediata, comenzaré entonces diciendo que, en la Argentina y en cualquier otro
país, “con Justicia, todo es
posible; sin Justicia, nada es posible”.
No descubro
pólvora alguna cuando sostengo que la inseguridad, la impunidad, la corrupción,
son los temas que más preocupan a los ciudadanos hoy en día; todos ellos, entre
otros no menos importantes, son temas sobre los cuales una Justicia
verdaderamente independiente, seria y rápida podría accionar muy rápidamente.
Piénsese,
sólo, en qué sucedería con la seguridad si la Justicia se sintiera
independiente del poder político y llegara al fondo de la alianza real entre
los malos policías, los punteros locales y los delincuentes, aplicando a todos
ellos el peso de la ley vigente, sobre todo en materia de narcotráfico.
Piénsese en qué sucedería si todos los funcionarios, a partir de cierto rango,
tuvieran que pasar por un juicio de residencia, como aquél al que eran
sometidos los representantes de la Corona al dejar sus cargos.
Por lo demás, la
trascendencia pública internacional de la independencia del Poder Judicial en
Argentina, y el apego obligado del país a sus leyes, no solamente prestigiará
nuestra imagen en el mundo sino que, con ello, comenzarán a aparecer las inversiones,
tan esenciales para el desarrollo económico. Si los argentinos nos convencemos
que nunca más las reglas serán cambiadas por quien ejerza el Ejecutivo, o por
el absoluto desprecio del partido mayoritario ocasional por el interés público,
regresarán los capitales hoy depositados en el exterior, y de su mano volverán
los extranjeros.
Pero, ¿cómo
hacer para cambiar, en tan breve plazo como el que el país necesita, la
Justicia que hoy tenemos? No servirá para ello el procedimiento que intentó
utilizar hasta ahora el Gobierno, pese a su previamente declamada voluntad de
transparencia, para la elección de los miembros del Consejo de la Magistratura
o para la propuesta de candidatos a jueces, desoyendo e ignorando las críticas
públicas o alterando, por su sola voluntad, el orden de mérito en los
concursos.
Tengo la
certeza, después de más de cuarenta años de ejercicio de la abogacía, que la
enorme mayoría de los jueces son individuos probos y capaces, y que en cada uno
de los fueros y jurisdicciones se conoce perfectamente a los mejores y a los
peores de sus propios integrantes. Los miembros de las diferentes cámaras
debieran ser elegidos por el voto secreto de los jueces inferiores; no se trata
de proteger a la familia
judicial sino de permitir que
sea la excelencia y el reconocimiento y el respeto de sus pares quienes
otorguen los ascensos necesarios. Por su parte, los jueces inferiores debieran
pasar, para su designación, por exámenes públicos y transparentes de
antecedentes y conocimientos, y exigirles, una vez nombrados, la permanente
actualización de los mismos como requisito para su permanencia.
Para que esta
propuesta tuviera éxito, el procedimiento debería replicarse en todas y cada
una de las provincias, para evitar la manipulación caudillista y clientelista
de sus realidades sociales y políticas y, por supuesto, una constante vigilia
ciudadana sobre el comportamiento de los políticos, que intentarán influir en
los procesos para buscar, a través de la connivencia corrupta, la protección de
sus intereses espurios. El mero hecho de contar con una Justicia a prueba de
corrupción, sea ésta monetaria o política, permitirá a la población volver a
confiar en un futuro posible para nuestra Patria.
Pese a las
naturales exigencias cotidianas de quienes padecen la inseguridad en carne
propia no creo necesario modificar las leyes existentes sino, simplemente,
aplicarlas con rigor y equidad. Pero sí habría que enmendar aquéllas que se
refieren a los delitos de corrupción ya que, por su misma naturaleza, muy
difícilmente se encuentran pruebas concretas, ciertas e indubitables, de la
comisión de estos hechos.
Piénsese cómo
mejoraría la administración pública si una Justicia independiente y proba se
encargara, eficientemente, de investigar las denuncias de corrupción y el
enriquecimiento indebido de algunos. En este punto propongo dos medidas; la
primera, tomada de la Italia que encaró el proceso de mani pulite contra sus más importantes
políticos y empresarios. Para poder condenarlos, sustentó las sentencias en
indicios graves y concordantes, sin requerir pruebas concretas, de casi
imposible obtención en estos casos. En Argentina también esa forma ha sido
analizada; la inversión de la carga de la prueba –o sea, que quien no prueba
que es inocente es culpable- nunca fue aplicada por los jueces de Comodoro Py,
a punto tal que fueron invalidados 4000 mails encontrados en las computadoras
del socio de Jaimito. La
segunda, es la inmediata implantación del juicio por jurados para este tipo de
delitos aberrantes, sobre todo cuando tantos niños (dos por ciento) hoy mueren
de desnutrición en la Argentina, mientras sus funcionarios se dedican a
engrosar sus fortunas más allá de cualquier límite. Deben ser los propios
ciudadanos quienes digan si cada uno de ellos es culpable o inocente de los
delitos que se le imputan, y el juez quien se limite a fijar el monto de la
condena.
Octubre se
aproxima y, antes de terminar, dejará un perfume a frentes marchitas que
impregnará los dos últimos años del kirchnerismo en el poder, si es que el olor
a chamusquina no lo supera antes.
Ronda,
22 Sep 13
Enrique Guillermo Avogadro
Abogado
Facebook: Enrique Guillermo Avogadro.
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