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martes, 5 de noviembre de 2024

El PAPA FRANCISCO.-

 El Papa y yo.











Por : Enrique Guillermo Avogadro .-


“Todo proyecto cultural esconde una estrategia de 

guerra”.


Pola Oloixarac.



A continuación, un texto que envié a algunos   amigos desde el sábado, y me permito alterar mi costumbre de escribir sólo una nota semanal porque ha circulado mucho en las redes pero atribuido a “Luis Avogadro”. 

Como no sé de quién se trata, prefiero entonces asumir la responsabilidad de mis dichos.

Por ser católico, apostólico y romano, me he 


abstenido hasta hoy de emitir opinión acerca del 


extraño comportamiento del Papa Francisco con 


relación al mundo en general y, sobre todo, a la 


Argentina.


Nunca he dicho cuánto disentía acerca de su clara 


posición pobrista y anticapitalista, con el que 


machaca en cada viaje que emprende y, menos aún, 


de su manifiesta debilidad amorosa por cuanto 


delincuente argentino se acercó al Vaticano, desde 


los condenados saqueadores -Cristina Fernández y 


su séquito de cómplices- hasta Juan Grabois, uno 


de los más destacados “gerentes de la pobreza”, 


cuyas criminales conductas no hicieron más que 


reiterarse a través de los años, y pasando por los 


nefastos y eternizados dirigentes sindicales, 


enriquecidos sin medida a costa de sus 


representados.


Tampoco lo hice cuando mostró fotográficamente 


su manifiesto rechazo a la gestión de Mauricio 


Macri mientras se reía a carcajadas con todos 


aquéllos que ya han sido condenados por la 


Justicia por robar recursos públicos y algunos por abusos sexuales.


Y ni siquiera cuando, al visitar a los sanguinarios 


dictadores cubanos, se negó a recibir a las 


heroicas Damas de Blanco, que reclaman aún por 


sus hijos presos en las mazmorras castristas, o 


cuando recibió con afecto al asesino Nicolás 


Maduro mientras ignora hasta hoy a María Corina 


Machado, la tan corajuda dirigente que encabeza 


el tsunami de libertad que avanza en 


Venezuela.


Callé inclusive cuando los presos políticos militares, individualmente, se dirigieron a él para pedirle sólo una bendición y ni siquiera les respondió. 

Por supuesto, también se negó a recibir a las mujeres de esos mismos presos, y a una delegación de la Asociación de Abogados por la Justicia y la Concordia, a la cual pertenezco, cuando sólo pretendía su opinión sobre la permanente violación de los derechos humanos de esos mismos presos.


Y seguí en silencio cuando, muy recientemente, 


ordenó el traslado de un sacerdote por haber 


cometido el supremo pecado de fomentar una 


visita humanitaria de algunos diputados libertarios 


a las cárceles en que mueren en vida.


Pero ayer Bergoglio agregó la gota que derramó el 


tan contenido vaso. 


Y lo hizo sin dejar duda alguna de su posición 


ideológica, respaldando y dando aire a los peores 


movimientos de izquierda, siempre violentos, 


extorsionadores y abusadores de los derechos de 


los demás, y denostando el protocolo que los obligó 


simplemente a respetar la ley y terminar con los 


piquetes que tanto complicaron la vida de todos 


los ciudadanos con cortes de calles y rutas..


Al incitar a sus oyentes –la lujosa comitiva de la CGT (el gangster Pablo Moyano incluido) que fue a visitarlo esta semana- a luchar por una “justicia social” que tanto ha empobrecido a sus teóricos destinatarios, ratificó su pertenencia a ese peronismo anacrónico y denostado en las urnas por la mayoría de los argentinos, hartos ya de discursos que han traído tamaña decadencia.


Y al condenar explícitamente, como lo hizo ayer, al 


Gobierno argentino por cumplir el imperativo stitucional de garantizar la libre circulación utilizando gas pimienta (que sólo produce molestias temporarias) para reprimir a quienes agredían a policías, prefectos y gendarmes, evitando así que se repitieran las dantescas escenas que concluyeran con dieciocho toneladas de piedras arrojadas sobre las fuerzas de seguridad, el Pontífice abdicó de su rol celestial.


Esa palabra, Pontífice, quiere decir “hacedor de 


puentes”, y ha quedado claro que ha preferido 


profundizar la grieta que tanto nos lastima desde 


hace décadas.


Y qué decir de su sibilina denuncia de corrupción, 


cuidándose muy bien de precisar cuándo se habría 


producido, y sin identificar a quién le habría 


contado el episodio ni quién habría pedido la 


coima. 


Al no dar esos datos fundamentales, dejo 


traslucir que el sayo caía al gobierno de Milei, en actitud demoníaca y demonizadora, pero nunca se refirió a los probados hechos de defraudación a este Estado tan escuálido precisamente por ellos, que cometieron las gestiones kirchneristas.


Sus extrañas preferencias políticas lo llevaron a 


ausentarse nada menos que de la reinauguración 


de la Basílica de Notre Dame, después del terrible incendio que enlutó a Paris.


Hace bien el Papa en seguir difiriendo su primer 


viaje a la Argentina, su patria, algo que llama la 


atención de propios y extraños en el mundo entero.


Si lo hiciera, seguramente se encontraría con una 


profunda repulsa hacia su figura y correría el 


riesgo irreparable de no convocar aquí las 


multitudes que tanto aprecia en sus visitas a los 


lugares más remotos del globo.


El daño que Francisco ha causado a la Iglesia 


Católica es verdaderamente inconmensurable, 


revirtiendo cuanto habían logrado San Juan Pablo 


II y Benedicto XVI, su inmediato predecesor.


En lo que me atañe, creo que ya ha quedado claro 


que, con enorme dolor, dejo de reconocerlo como 


representante de Cristo en la tierra.

Enrique Guillermo Avogadro

Abogado
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