(16-12-11)
por Jorge R. Enríquez (*)
Todo en el acto de jura de la primera mandataria fue una elocuente señal de que la concentración de poder y el personalismo se profundizarán, y que el marco institucional se debilitará aún más. Como tantas veces lo hemos señalado, de esto se trata la tan mentada profundización del modelo.
El rol de Julio Cobos en la ceremonia fue lamentable.
La tenacidad del mendocino por cumplir su función constitucional hasta el último segundo impidió que se cumplieran los deseos del kirchnerismo de desplazarlo en ese acto, aunque cabe destacar el gélido apretón de manos mirando hacia otro lado que le dio la presidenta, una actitud que no se puede calificar más que de grosera.
El ex vicepresidente debió haber exigido con toda firmeza que fuere él quien tomara el juramento de la presidenta y el vice, tal como lo manda el art. 93 de la Constitución federal, y no aceptar mansamente que ambos mandatarios se autoproclamaran, quedando relegada su figura a una mera presencia decorativa.
El ex vicepresidente debió haber exigido con toda firmeza que fuere él quien tomara el juramento de la presidenta y el vice, tal como lo manda el art. 93 de la Constitución federal, y no aceptar mansamente que ambos mandatarios se autoproclamaran, quedando relegada su figura a una mera presencia decorativa.
Si no demostró actitud para hacer cumplir la Carta Magna, hubiera sido preferible por la dignidad propia y la de su investidura que se abstuviera de concurrir a la ceremonia.
Pero eso sería sólo el inicio. Después vendría el juramento, en el que incluyó junto a Dios y a la Patria a "El", en un nuevo y artificioso intento de elevar a su difunto esposo a una condición semidivina, bastante extraña si recordamos al Kirchner de carne y hueso que hemos conocido.
Luego, la colocación de la banda presidencial, que no fue realizada por ningún funcionario electo popularmente, sino por su hija, en lo que evocaba la célebre auto-coronación como emperador de Napoleón Bonaparte.
Finalmente, setenta minutos de un discurso improvisado, deshilachado, autorreferente y autocomplaciente, informal, casi de café, por momentos, pletórico de errores y contradicciones, y carente por completo de las grandes líneas para encarar el desafiante futuro.
Con un sentido adanista - sello propio del kirchnerismo al que siempre lo ha caracterizado, como si la historia argentina hubiera dado comienzo el 25 de mayo de 2003 - el relato comenzó con una reseña de los logros socioeconómicos del tan mentado modelo, con una descripción tan idílica como irreal digna de
Pero eso sería sólo el inicio. Después vendría el juramento, en el que incluyó junto a Dios y a la Patria a "El", en un nuevo y artificioso intento de elevar a su difunto esposo a una condición semidivina, bastante extraña si recordamos al Kirchner de carne y hueso que hemos conocido.
Luego, la colocación de la banda presidencial, que no fue realizada por ningún funcionario electo popularmente, sino por su hija, en lo que evocaba la célebre auto-coronación como emperador de Napoleón Bonaparte.
Finalmente, setenta minutos de un discurso improvisado, deshilachado, autorreferente y autocomplaciente, informal, casi de café, por momentos, pletórico de errores y contradicciones, y carente por completo de las grandes líneas para encarar el desafiante futuro.
Con un sentido adanista - sello propio del kirchnerismo al que siempre lo ha caracterizado, como si la historia argentina hubiera dado comienzo el 25 de mayo de 2003 - el relato comenzó con una reseña de los logros socioeconómicos del tan mentado modelo, con una descripción tan idílica como irreal digna de
“Cristina en el país de las maravillas”,
parafraseando el título del famoso cuento del matemático y escritor británico Lewis Carroll.
Decisiones centralizadas en la Presidenta, intervencionismo y regulaciones parecen ser las notas distintivas de la “sintonía fina”. novedosa frase acuñada para denominar la etapa que recién comienza, jalonada por el encumbramiento al rango de superministro “de facto” del inefable Guillermo Moreno, que quedara al frente de una mega Secretaría de Comercio Exterior e Interior.
El estilo morenista seguirá, pues, imperando.
Decisiones centralizadas en la Presidenta, intervencionismo y regulaciones parecen ser las notas distintivas de la “sintonía fina”. novedosa frase acuñada para denominar la etapa que recién comienza, jalonada por el encumbramiento al rango de superministro “de facto” del inefable Guillermo Moreno, que quedara al frente de una mega Secretaría de Comercio Exterior e Interior.
El estilo morenista seguirá, pues, imperando.
Lo dijo Cristina cuando expresó que “no puede haber reglas generales para todas las empresas. El motivo es muy claro: cuando la norma es general hay poco lugar para la intervención de los funcionarios, para la manipulación, para la aplicación torcida entre amigos y enemigos, para las corruptelas, por eso las reglas de Moreno no son generales, ni siquiera escritas, sino verbales y arbitarias.
Identificó también a los nuevos adversarios del modelo los gremios y el sistema financiero, a los que advirtió que no va a titubear en regimentar en el corto plazo, frente a las dificultades económicas que se avizoran.
Al sindicalismo lo denostó al mencionarlo como “corporación” y en concomitancia con los calificativos de chantajistas y extorsionadores que en los últimos tiempos viene utilizando cada vez que se refiere a Hugo Moyano y a los sindicalistas que lo secundan, los conminó a desistir de toda exteriorización del derecho de huelga que pueda significar chantaje o extorsión.
La otra corporación vituperada fue la financiera, causante, según ella, de la crisis internacional y artífice en estas pampas de cinco corridas cambiarias, olvidando que según los números del Banco Central el 70 % de la compra de dólares en los últimos meses se llevó a cabo por montos inferiores a los 10.000 dólares, operaciones que, por su escasa envergadura, distan mucho de ser las que realizan habitualmente las entidades financieras. Por otro lado, si los bancos fueron los responsables de la fuga de capitales, queda la incógnita de develar la causa que motivó castigar a todos los argentinos con la interdicción de adquirir monedas extranjeras.
Los empresarios tampoco escaparon a sus admoniciones. Para ellos reservó el epíteto de “club devaluador”.
Calificativos peyorativos, advertencias que suenan amenazas y permanentes autoelogios fueran las notas salientes de su extensa perorata.
Los grandes temas que nos afligen a los 40 millones de argentinos estuvieron otra vez ausentes. Nada se dijo de la inflación y de la crisis energética. Ni una mención siquiera hizo de la inseguridad y de la pobreza que, en el área metropolitana Buenos Aires (Ciudad Autónoma y conurbano), envuelve al 34,9 % de la población, según un reciente estudio de la Universidad Católica Argentina.
Queda sólo para rescatar su referencia en el campo educativo a la necesidad de evaluar permanentemente a los docentes que confiamos que sea auténtica y no el producto de azuzar a los maestros de Santa Cruz, con los que mantiene pleitos de vieja data.
La asunción de un presidente es un acto formal y solemne.
Identificó también a los nuevos adversarios del modelo los gremios y el sistema financiero, a los que advirtió que no va a titubear en regimentar en el corto plazo, frente a las dificultades económicas que se avizoran.
Al sindicalismo lo denostó al mencionarlo como “corporación” y en concomitancia con los calificativos de chantajistas y extorsionadores que en los últimos tiempos viene utilizando cada vez que se refiere a Hugo Moyano y a los sindicalistas que lo secundan, los conminó a desistir de toda exteriorización del derecho de huelga que pueda significar chantaje o extorsión.
La otra corporación vituperada fue la financiera, causante, según ella, de la crisis internacional y artífice en estas pampas de cinco corridas cambiarias, olvidando que según los números del Banco Central el 70 % de la compra de dólares en los últimos meses se llevó a cabo por montos inferiores a los 10.000 dólares, operaciones que, por su escasa envergadura, distan mucho de ser las que realizan habitualmente las entidades financieras. Por otro lado, si los bancos fueron los responsables de la fuga de capitales, queda la incógnita de develar la causa que motivó castigar a todos los argentinos con la interdicción de adquirir monedas extranjeras.
Los empresarios tampoco escaparon a sus admoniciones. Para ellos reservó el epíteto de “club devaluador”.
Calificativos peyorativos, advertencias que suenan amenazas y permanentes autoelogios fueran las notas salientes de su extensa perorata.
Los grandes temas que nos afligen a los 40 millones de argentinos estuvieron otra vez ausentes. Nada se dijo de la inflación y de la crisis energética. Ni una mención siquiera hizo de la inseguridad y de la pobreza que, en el área metropolitana Buenos Aires (Ciudad Autónoma y conurbano), envuelve al 34,9 % de la población, según un reciente estudio de la Universidad Católica Argentina.
Queda sólo para rescatar su referencia en el campo educativo a la necesidad de evaluar permanentemente a los docentes que confiamos que sea auténtica y no el producto de azuzar a los maestros de Santa Cruz, con los que mantiene pleitos de vieja data.
La asunción de un presidente es un acto formal y solemne.
Esas formalidades y solemnidades tienen un sentido simbólico, no son baladíes. No se trata de un acto familiar, sino de un acto institucional.
Por eso requiere seriedad, un tono elevado, un espíritu amplio. No es una fiesta de cumpleaños de la familia Kirchner.
La transgresión a esas prácticas revela claramente la escasa importancia que la primera mandataria le concede a las instituciones.
Por eso requiere seriedad, un tono elevado, un espíritu amplio. No es una fiesta de cumpleaños de la familia Kirchner.
La transgresión a esas prácticas revela claramente la escasa importancia que la primera mandataria le concede a las instituciones.
Confunde a la Argentina con un patrimonio propio.
Y es sólo el comienzo...
(*) El autor es abogado y periodista
Viernes 16 de diciembre de 2011.
Dr. Jorge R. Enríquez
Y es sólo el comienzo...
(*) El autor es abogado y periodista
Viernes 16 de diciembre de 2011.
Dr. Jorge R. Enríquez
jrenriquez2000@gmail.com
twitter: @enriquezjorge
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